Capítulo 4

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Nadín amablemente le había ofrecido un trapo frío para calmar la hinchazón de sus ojos después de tanto llorar, en realidad

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Nadín amablemente le había ofrecido un trapo frío para calmar la hinchazón de sus ojos después de tanto llorar, en realidad... era la primera vez que lloraba así.

Ignoraba si se había vuelto muy sensible o definitivamente era más consciente de las carencias que tenía en aquel lugar, el recordar el porque de su llanto sólo le provocó dolor en pecho y sentía el aire de Salamyel demasiado pesado para llegar a sus pulmones.

Cuando su padre la amenazó con solamente salir al jardín, no mintió, tenía guardias custodiando sus posibles salidas, no huiría más y tampoco tenía ganas de retar al destino, después de todo ahora la fuerza aplastante de su soledad la estaba enterrando entre el musgo del lugar donde se encontraba.

Todo parecería oscuro de no ser por el bello color de las lavandas que crecían en el jardín. Nadín siempre procuraba que ese jardín estuviera impecable, al igual que el pequeño quiosco que se encontraba en medio de las cuatro secciones que dividían el lugar; había plantas medicinales, flores y una que otra hortaliza bien cuidada gracias a ella y una doncella.

Arrancó una lavanda y se dirigió al pequeño quiosco para sentarse ahí y fingir que había desaparecido de la vista de todos. No sabía como iba a procesar sus próximos años ahí en ese lugar, su padre parecía más renuente en presentarla con el gabinete, sus amigas eran compradas y le dolió muchísimo aquella traición, después de tantos años el saber esa verdad le pesaba muchísimo.

¿Las podría perdonar? ¿Ellas le dirían algo? No sabía nada.

—Princesa —Sam la encontró en el quiosco mientras ahogaba un par de lágrimas—. Le llegó esto —Le ofreció la carta con un absurdo hilo envuelto y cuando vio de quien era lo abrió rápidamente.

Mi querida princesa.

Tu mayordomo muy amablemente nos informó sobre tu salud y espero sepas perdonar nuestra imprudencia, Veel no dejaba de llorar y echarse la culpa, pero al final fue culpa de todas el no habernos detenido cuando debíamos, esperamos que el rey Gregory no haya sido tan severo contigo, sabes que aquí estamos para lo que gustes.

Te queremos mucho, princesa Yaerlyk, siempre serás nuestra Yael sin importar qué.

Con cariño, Kyahel.

Yael no dejaba de llorar y muy dentro de sí estaba aliviada, y se hizo evidente cuando soltó un gran suspiro de alivio, quizá su padre había pagado por su amistad, quizá lo había hecho con la intención de que ella no se sintiera sola, pero aun con ello se sentía igual sólo que el nunca procuró preguntarle algo al respecto, así que era obvio que ignoraba las necesidades que tenía.

Cuando Yael entró de nuevo a la mansión y quiso hablar con su padre le indicaron que el estaba ocupado con el gabinete, quizá sería la oportunidad de hablar sobre la explotación del oro, desde hacía unos años se había puesto en la misión de cambiar el material del Syth, era demasiado costoso, no por el valor sino por la vida de quienes se la vivían desterrando el oro.

Cánticos de cuervos a medianoche [S #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora