El imperio Arpen decidió terminar la guerra, los pequeños países vecinos pudieron por fin respirar. Pero esta paz estaba destinada a romperse, porque poco después, mensajeros fueron enviados emitiendo decretos de oro para cada una de las familias reales.
"Para establecer una alianza con el imperio Arpen, cada reino deberá enviar a una princesa para convertirse en candidata a princesa heredera. Las princesas se someterán a seis meses de entrenamiento para dividirlas en las que tienen potencial para convertirse en emperatriz y las que serán concubinas. Cualquier reino que desobezca el edicto imperial será visto como enemigo y se bloqueará su acceso al arroyo del río Judith".
"El Dios de Judith" era una vieja canción que había pasado de generación en generación. La balada pasó de los labios de la abuela a los de la pequeña, de ella a otra, y otra... grabando un lugar en el tiempo. Pero esto no era un cuento de admiración o envidia, porque todos aquellos a quienes llegó a oídos coincidieron en que el Dios de Judit era necio.
De pie junto a las orillas, una mujer miraba el río Judith frente a ella... donde el dios pudo haber estado hace miles de años, con la mano apoyada en su corazón, una sensación sofocante apretándola.
"El dios no es el único que es necio... Los humanos también somos iguales... Tú y yo."
El sueño más anhelado de Viola no era casarse y ser la esposa de alguien, sino ser aclamada como la reina del Reino Koronis.
Anhelaba la corona más aún después de perder a su única carne y sangre en la guerra. Una vez que fue mitad realeza, llegó a un acuerdo con el rey para restaurar su estatus. Fue un matrimonio político con el Príncipe Heredero del Imperio Arpen.
"Voy a ser una reina y recuperaré mi identidad".