Como era de esperarse, una vez más, el tiempo pasó y ya no volví a toparme con el chico del suéter. Era como si aquella persona hubiera desaparecido de repente, y ya no podía encontrarlo de nuevo. Y eso me dolía. Me dolía e intrigaba.
En ocasiones, pasaba esto en el transporte público, se dejaba de ver a una persona para después volver a aparecer, sin embargo, nunca le tomaba importancia; esta era la primera vez que me pasaba aquello y por eso me preocupaba y me hacía sentir tan extraña de tener esa preocupación.
Aunque, con el tiempo comencé a razonar que ya era un tanto mayor para pensar en esas cosas, en pensar en un extraño del cual ni siquiera sabía el nombre: era absurdo, por eso comencé a resignarme de no volver a encontrármelo, pero cuando empezaba a olvidar aquel hecho, la suerte o el destino me jugaba una mala pasada, y en este caso, cuando me subí al transporte público y me topé con alguien conocido, fui feliz.
Pues casi todos los que conocía solían tener carro y era poco usual encontrarme con mis amigos, y más a estas horas tan tempranas, así que cuando miré a mi amiga, que era un año menor que yo, sonreí y me dirigí hacia ella, que tenía su mirada puesta en mí, atenta.
La verdad era que ya no recordaba su nombre, sólo recordaba que en esos años estaba un poco rellenita, ahora creo que se había metido al gimnasio y había abandonado su cabello de color negro por tintes rubios que la hacían ver más blanca, e incluso se miraba más grande que yo; y más que nada, porque siempre tenía su cabello bien peinado y tenía la cara con maquillaje, en ocasiones, sutil y en otras, más cargado, pero cuando la conocí, iba solo bien peinada y siempre recién bañada.
Yo, con suerte, no olvidaba ponerme el perfume para mínimamente oler decente.
—Hola —la saludé con duda, esperando una invitación a tomar asiento con ella.
—Hola, ven siéntate —indicó con alegría para después mirar por la ventana, ya que a ella en realidad no le gustaba conversar mucho, y menos en el transporte público y a esta hora, en la que siempre venía en total silencio. Aun así, en momentos, ella deseaba hablar y más que nada era cuando le daba ansiedad de estar en un lugar con mucha gente y poco espacio, así que cuando el autobús poco a poco se fue llenando, al instante se mostró en desacuerdo o disgustada haciendo gestos un poco desagradables mientras más y más gente se subía y se quedaba parada en medio del transporte, obstruyendo el paso, haciendo cada vez más complicado que las personas se bajaran. Y eso también me fue frustrando poco a poco, pero aquello desapareció cuando el autobús se detuvo en una parada.
En esa parada.
Sonreí un poco y traté de enfocar mi mirada en la entrada, dándome cuenta de que era él. Así es. Era él.
Aunque más molesto que de costumbre, pues estaba "peleando" prácticamente con la gente para poder pasar, sin embargo, eso no tenía sentido, pues todo el lugar estaba lleno. Finalmente dejó de buscar un lugar para detenerse casi a mi lado, dejándome muy nerviosa mientras mis mejillas se encendían quedándome en evidencia. Y como si eso fuera poco, mi infección hizo presencia afectando aquel momento.
Desde hace años -ya no recuerdo cuántos-, comencé a tener una infección en los ojos llamada blefaritis que hacía que una especie de grano me apareciera en los ojos y me molestara, dándome mucha comezón y haciendo que tallara de ellos con frecuencia, y eso hice esa vez. Atrayendo la mirada de mi acompañante que pareció alarmada ante mi insistencia en tallar mis ojos por la molestia que me provocaba, pues bien, en ese tiempo me era difícil vivir con ello, ahora, ya no me molesta tanto.
—¿Qué tienes? —cuestionó mi amiga en un susurro acercándose a mí, a lo que hice una mueca por ello.
—Nada.
—¿Tu infección? —preguntó entonces, dándose cuenta de lo que sucedía.
Y ella sabía bien de qué se trataba, pues al ser mi amiga le había contado muchas cosas como mis infecciones. Extraño, pero a mí no me molestaba hablar sobre esas cosas que me pasaban, me gustaba, pues podía alertar a mis conocidos por si les pasaba lo que me sucedía. Aunque en este caso, me avergonzaba que hubiera hablado de mis infecciones mientras el chico que me llamaba la atención estaba tan cerca de nosotros y con el silencio del transporte fácilmente escucharía esto.
Pero sería peor si no le contestaba a mi amiga, pues podría llamarme grosera, así que, con una mueca, contesté tratando de ser lo más silenciosa posible.
—Un poco.
—¿Puedo ver?
No puede ser.
Entre dudas y haciendo gestos, le enseñé.
Abrí mi ojo mostrando el interior que había, dejando expuesto un poco más de lo que estaba, enseñando un poco un grano que se hacía en el interior; un grano que mi amiga miró con suma atención, interesada, pero, por otra parte, el chico del suéter se percató de esto e hizo cara de asco, haciendo que mi incomodidad aumentara y escondiera mi grano con pena.
—Se ve cada vez más horrible —comentó mi amiga con burla, pero no lo tomé a mal, sino, a diversión, aun así, el recordar la cara de asco de lo que se podría decir que era mi crush, si me desanimó, por lo cual sólo asentí ante las palabras de mi amiga y permanecí en silencio todo el trayecto.
Sin verlo, ni nada, incluso cuando me bajé no di una mirada más, ante la pena que sentí aquel día.
En el comienzo de la ruta, Mad-ClepGirl (Dianessa)🐧
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El chico del suéter.
Short Story¿Será el transporte público, el mejor lugar para enamorarse? ¿Y de un desconocido? Tal vez no lo era, sin embargo, resultaba inevitable para Madelaine dejar de pensar en aquel chico del suéter que la había cautivado. Subida: Miércoles 21 de Julio de...