Capítulo 2

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Los ojos de Karan dolían y su cuerpo pesaba con perseverancia, no se movió del sitio aun cuando él se marchó por fin.

Ni siquiera respiró tranquilo, nada podía aliviarlo ahora. 

Estaba cansado, sentía que sus ojos se quedarían sellados por siempre si los cerraba, pero a pesar de ello se encontraba inquieto, ahogándose en pánico. Lloró con miedo, no estaba triste, sólo quería dejar de ver el rostro de aquel hombre por siempre. Lo odiaba, lo detestaba. 

Sabía que el sentimiento era mutuo. Él quería deshacerse de Karan, lo habría hecho hace un tiempo, pero parecía entretenido cada vez que notaba su desasosiego y decidió arruinar sus vivencias por completo; quería mantenerlo alejado de todos y de todo, haría lo imposible por ver cómo su rostro se desfiguraba ante su fingida imponencia. 

Se levantó de la cama con esfuerzo y observó las sábanas blancas teñidas de su sangre oscurecida, al igual que la ropa que vestía. Sus pies se deslizaron muy lentamente por el suelo, dirigiéndose hacia el baño. 

Agradeció que no tuviera que salir de su habitación, si Adam lo viera caminando, seguramente le daría otra paliza para dejarlo sin poder levantarse si quiera.

Tampoco se miró al espejo, evitó ver su reflejo a toda costa, se limitó a meterse en la ducha aun con la ropa puesta, sólo quería librarse de la sangre seca que bañaba su cuerpo. 

Sus uñas se hundieron en su propia piel, arrastrando con ellas todo rastro de las manchas que la mantenían tirante. 

Permitió que el agua caliente cayera con más fuerza sobre su cuerpo cubierto por la ropa en el momento en el que escuchó la puerta principal cerrarse. Probablemente habría salido al trabajo, siempre sonriendo para sentirse menos detestable.

Karan mostró una mueca de abatimiento. Casi lo mataba, pero siempre saldría por la puerta con una sonrisa, evitando todos los problemas que cargaba en su espalda y que dejaba acumulados tras la puerta de su casa.

Salió de la ducha llevándose a rastras todos sus pensamientos. El único afligido por la situación era él mismo, Adam no se arrepentía de absolutamente nada, era como un psicópata complacido tras sus malvadas acciones, estaba seguro de que se encontraba al borde de ser uno.

Nada ocurrió después, simplemente quitó las sábanas de su cama y se acostó en el áspero colchón, con su cuerpo ardiendo de dolor.

Volvió a pensar en alguna forma de mantenerse distraído del tormento. Tenía en cuenta que se sentía intranquilo caminando por las calles de la ciudad, pero más lo hacía quedándose en casa. En ambas situaciones podía salir herido, y admitirlo le dolía. 

Ahora, precisamente por ello, debía de ser más cuidadoso. Alguien estaba al borde del acecho y extrañamente, no parecía tratarse de Adam. Tendría que enfrentarse a otra molestia.  

Siempre se preguntó si él era el verdadero problema, si sus acciones causaban la soberbia de quienes lo rodeaban; quería cambiar, pero no era capaz de encontrar los errores que cometía. Se esforzaba en llevar un buen ritmo académico, los halagos provenientes de los profesores le hacían sentirse valioso, y llegó a pensar que con eso podría contentar a Adam, pero sabía que poco le importaba.

No salió de su habitación en toda la tarde, únicamente cuando las órdenes de su padre lo arrastraron fuera de la comodidad de su cama. Estaba acostumbrado a seguir una estricta rutina dedicada sólo a complacerlo. Lo hacía todo por él, cada movimiento bajo la mirada mordaz del hombre y cada error, duramente castigado. 


(...)


Madrugó con la intención de salir sin ningún problema, no quería encontrarse con Adam y asumió que habría poca gente en las calles. Se vistió con una camiseta holgada de manga larga, confió en que nadie lo miraría extraño al ser de madrugada, normalmente siempre corría una ligera brisa y en la sombra hacía algo de frío aunque fuera mitad de verano.

The Comedown『BL』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora