Sander se había marchado. Karan no pretendía ser egoísta, pero tampoco podía fingir que se encontraba cómodo, o que disfrutaba de cada milésima de segundo que pasaba en su compañía.
Cuando el más alto se levantó de la mesa con intenciones de irse de allí, Karan se despidió con aparente normalidad y no dijo nada más.
Después de volver del baño y sentarse frente a él, cerró el cuaderno con vergüenza y lo guardó intentando no llamar su atención. Sander no habló con él, y estaba agradecido por ello. Simplemente no tenía ni idea de cómo entablar una conversación con alguien que no conocía absolutamente de nada.
Eran casi las seis de la tarde, Adam llegaría del trabajo sobre las ocho. Tenía que volver a casa pronto y actuar pretendiendo que no salió nunca de allí. Era consciente de que debía ser meticuloso con cada palabra que decía y cada cosa que hacía.
Tendría que esconderlo todo, lavar la ropa para quitar el aroma de la cafetería que se quedaba impregnado en la tela, tampoco podría sacar los libros que Agnes le había prestado; le prohibió salir de casa, no se podría imaginar lo que sucedería si hallaba los libros expuestos en su habitación.
Apenas podía dedicarse a lo que le gustaba, desconocía muchas cosas a su edad y cuando salía fuera de casa sentía que se encontraba en otro universo, totalmente heteróclito.
Las vacaciones de verano eran como un verdadero castigo. No solía obtener ningún comentario de complacencia por parte de Adam. Karan se había afanado estudiando y lo menos que quería era que él reconociera su esfuerzo.
Recordó momentos puntuales en los que sí se mostró agradecido, pero por hacerle quedar bien frente a los profesores.
Un padre ejemplar que ama a su hijo, que se dedica a él y a su felicidad, que vela por sus estudios...
La realidad era que poco después, cuando volvía a casa tras la reunión final de padres, las salidas se habían acabado para él. Y claramente, si algún profesor le comentaba algo negativo acerca de su actitud poco cooperativa con el resto de compañeros, le motivaría a ser más sociable. Pero a golpes.
Ni siquiera él quería que Karan se relacionara con nadie, sólo quería justificar su mal humor.
El rubio levantó la cabeza de la mesa y movió sus brazos para alcanzar las cosas que había traído de casa. Las guardó en la mochila con cansancio, no se fijó demasiado en si estaban ordenadas o no.
Llevó el plato aún con algunos dulces que no terminó por comerse a la barra. La cafetería se había llenado en tan solo unas horas y se le hacía difícil enfocarse en la lectura entre tanto ajetreo, por ello, en los últimos minutos ni siquiera leyó nada, se quedó absorto, pensando cuidadosamente en lo que debía hacer al llegar.
Agnes, que atendía a algunos clientes lo miró de soslayo y alzó una de sus manos para hacerle entender que esperara. Cuando terminó se acercó a él. ─¿Ya te vas? Disculpa si te has sentido nervioso con Sander hace unas horas, sé que no debería actuar por ti.─ Dijo compungida.
Ah, ahora lo entiendo.
Karan negó rápidamente. ─No, no es eso. Es decir, me ha parecido extraño, pero no tengo problema, no te preocupes abuela, he disfrutado mucho de la tarde.
Se arrepintió por haber juzgado al chico en un principio. Lo vio desinteresado sentado en su misma mesa y pensó que él había decidido sentarse allí por su cuenta. Pero parece que Agnes lo persuadió cuando se había encerrado en el baño.
El asa de su mochila se deslizó por su brazo derecho y recordó al instante que debía devolverle la ropa prestada. Giró la cabeza y terminó por quitarse la mochila a medias; elevó tambaleándose una pierna con torpeza para mantenerla sujeta y abrió la cremallera como pudo.
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The Comedown『BL』
Любовные романыTomar decisiones precipitadas siempre trae amargas consecuencias. Karan estaba acostumbrado a huir del odio, era la viva imagen de la decadencia. Su padre, preso en el frenesí que lo arrastra hacia sus actos, no muestra arrepentimientos, se encuentr...