Había pasado un tiempo desde que Karan decidió no salir de casa. Las heridas en su rostro aún no habían desaparecido y comenzaba a sentirse impaciente. Por suerte Adam no le había golpeado durante la semana, sólo lo empujó alguna vez de mala forma.
Karan se había acostumbrado a su engreimiento y no le tomó importancia.
Agradeció que no se enterara de que salió sin permiso el otro día. Sería retrasar todo el avance que estaba consiguiendo.
Pero Karan sabía que no podría ocultar su situación por siempre, y Agnes se daría cuenta de que alguien seguía molestándolo.
La mujer creía que su problema tenía que ver con las malas relaciones en su instituto, podía hacerse una idea de cómo eran los jóvenes y creyó que eso era lo que sucedía. Pensaba que las cosas habían comenzado a precipitarse, y que optaron por encontrarse con él para intimidarlo fuera del horario escolar.
Era evidente que no quería hablar del tema con el muchacho, Karan siempre iba a la cafetería para alejarse de aquello y la anciana no pretendía entristecerlo. Pero aunque no lo dijera, Agnes se preguntaba en silencio acerca de las medidas que su familia estaba tomando, porque suponía que se preocuparían ante el estado en el que su hijo se encontraba.
Se equivocaba por completo, pero desconocía los verdaderos motivos por los que el chico se presentaba siempre malherido.
Karan se había preparado mentalmente para volver a escaparse, estaba siempre pendiente de las conversaciones que Adam mantenía en el teléfono, aparentemente con sus compañeros de trabajo.
Incluso había memorizado al completo sus horarios de tan solo verlo entrar y salir de forma rutinaria; no quería que la jugada le saliera mal, así que tendría que pensarlo todo sin perder ningún detalle.
La suerte no estaba siempre de su lado.
Aprovechó que era martes, Adam trabajaba en el turno de tarde, y aunque no pudiera disfrutar de la mañana, quería salir de allí sin importar las condiciones.
El hombre salió de casa sin despedirse mientras que Karan permanecía en su habitación. Pasaron unos minutos, la espera le pareció eterna, pero debía asegurarse de que se hubiera marchado definitivamente. Se mantuvo en silencio metiendo la ropa ahora limpia de Agnes en la mochila, junto con sus libros y su cuaderno, haciendo algo de tiempo.
Se miró al espejo con convicción por primera vez en mucho tiempo, su cara seguía siendo un desastre, estaba cansado y eso también era notable.
Decidió vestirse acorde al tiempo, llevó una camiseta de manga corta, y una chaqueta grande encima, por si acaso se sentía inseguro. Se había convencido a sí mismo de que no pasaría nada, de que nadie se daría cuenta.
Pero a decir verdad nunca estaba seguro; su tez pálida lo delataba, su piel era sensible y eso era otro problema para que sus heridas pasaran desapercibidas ante la mirada del resto.
Probablemente nadie me mira realmente, sólo soy yo obsesionándome por cada pequeño detalle. Qué me creo, ¿el centro del mundo?
Karan puso los ojos en blanco ante los pensamientos intrusivos que pasaban por su cabeza con constancia. Pero era verdad, a veces se sentía como un maldito exagerado.
Acabó apartando la mirada del espejo disgustado, trataría de no pensar más en cosas que claramente no le beneficiaban en absolutamente ningún aspecto de su "vida social", si es que tenía una.
Estaba listo, llevaba todo lo necesario encima y salió corriendo del portal tan rápido como cruzó la puerta de su casa. Tomaba siempre el camino más solitario, era el único que le inspiraba confianza y a pesar de que significara más trabajo para sus piernas, se aseguraba de que casi nadie pudiera verlo.
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The Comedown『BL』
Roman d'amourTomar decisiones precipitadas siempre trae amargas consecuencias. Karan estaba acostumbrado a huir del odio, era la viva imagen de la decadencia. Su padre, preso en el frenesí que lo arrastra hacia sus actos, no muestra arrepentimientos, se encuentr...