Los susurros se escondían manteniéndose ocultos entre las sombras que invadían los sucios callejones. Adam hablaba cuidadosamente con alguien por teléfono, se movía inquieto en la umbría de la noche.
No eran noticias agradables.
Sabía que las cosas se habían dado como él creía. Karan debía pagar por la traición y la desobediencia. Tomaría las cosas con prudencia a partir de ahora; lo engañaría, y cuando lo tuviera cegado por la dejadez, volvería a tomarlo sin lástima alguna.
Adam sonrió de lado y sus ojos brillaron ante sus propias ocurrencias, Karan era un necio sin remedio. Le encantaba que fuera así: tan inocente, tan puro. Ahora podría beneficiarse de él, observar cómo se consumía poco a poco en la ruindad.
Pero no sería él quien lo hiciera sufrir directamente, no quería manchar más sus manos de lágrimas, tampoco de sangre.
Colgó la llamada. Echó la cabeza hacia atrás y con sus dedos tomó el cigarrillo de entre sus labios, exhaló el humo y levantó las cejas orgulloso.
Tenía numerosos contactos y a muchas personas en su bolsillo. Haría dinero fácil, lo exprimiría por completo y se beneficiaría de ello.
Tiró el cigarro al suelo y lo pisó con fuerza. Su lengua se resbaló por su labio inferior y volvió a tomar el teléfono con firmeza.
Organizó sus palabras, conformó un trato y un costo, ya sólo quedaría contar marcha atrás en el tiempo.
Adam se arregló el cuello de la camisa y caminó hacia el coche; aún quedaban asuntos pendientes.
(...)
Era de noche, Karan miraba las estrellas a través del balcón. Al final no había conseguido que su salida fuera exitosa, pero pudo respirar tranquilo a la vuelta. Adam no estaba en casa y podría disfrutar algo más de la soledad que inundaba la estancia.
Pensó en Sander, en cómo su encuentro había resultado tan fortuito nuevamente. Debía plantarle cara, sabía que las cosas eran difíciles, pero no podría permitirse arruinar sus planes por alguien más.
Ya tenía a Adam, con él era suficiente.
Hacía algo de frío, las temperaturas bajarían según el tiempo, y era probable que hubiera lluvia y tormenta.
Karan suspiró aburrido, no tenía nada que hacer, no extrañaba a Adam en casa, pero quería mantenerse entretenido. En tan sólo unos días acabó de leerse los libros que Agnes le prestó, y desde entonces no volvió para coger otros.
Tampoco sería posible arriesgarse a salir a caminar de nuevo, lo único que podía hacer era permanecer encerrado. Había organizado la casa, se mantuvo pendiente del tiempo para que las cosas estuvieran a gusto de Adam cuando llegara, y lo preparó todo como acostumbraba siempre a hacer.
Alejó sus brazos del hierro helado en el que se mantenía apoyado y entró en casa. Se cambiaría de ropa.
Caminó ladeando la cabeza mientras tarareaba una de sus canciones favoritas, sus pies se deslizaban por el suelo de parqué con júbilo, dirigiéndose hasta su habitación.
Abrió la puerta quitándose el cinturón, se desvistió por completo y se marchó directamente hacia la ducha.
Las gotas se deslizaban a través de las hebras de su cabello rubio oscurecido por la humedad, el agua ya no corría por su cuerpo. Adam había llegado a casa.
Salió a gran velocidad y se vistió rápidamente aun sin terminar de secarse. Su ropa se había mojado de agua y sintió como una oleada de frío lo golpeaba al entrar en el salón. Adam había encendido el aire acondicionado, la puerta del balcón estaba cerrada y las cosas del trabajo colocadas con cuidado en el sofá.
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The Comedown『BL』
Roman d'amourTomar decisiones precipitadas siempre trae amargas consecuencias. Karan estaba acostumbrado a huir del odio, era la viva imagen de la decadencia. Su padre, preso en el frenesí que lo arrastra hacia sus actos, no muestra arrepentimientos, se encuentr...