Te debo mi vida

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Carlos despertó adolorido y desconcertado, sus ojos apenas podían enfocar el lugar en donde se hallaba, hasta que bajó su mirada y vio dormido recostado entre una silla y una cama la figura de Alan. Una sonrisa agradecida por verlo con vida se extendió en su rostro, estaban vivos, eso valía más que cualquier cosa, con cuidado se tocó el costado izquierdo solo para sentir las vendas comprimirle el área, el rostro y la cabeza le dolían, pero pudo ver que no eran más que golpes.

Aparentemente no había una herida en su cuerpo que pusiera en peligro la vida del hombre, y ver a Alan juntó a él le hizo sentir extrañamente aliviado, no solamente por verlo vivo y entero, sino por verlo junto a él.

Con mucho cuidado tocó las hebras de cabello. La textura masculina de aquel cabello castaño claro, junto con las facciones juveniles, la boca acorazonada y rosa medio abierta dejaba salir un suave ronquido, Carlos sintió ternura, nunca una persona que no fuera de su manada había mostrado tan abnegado desinterés, sonrió como un bobo mientras Alan roncaba y babeaba como un recién nacido, no era erótico ni hermoso, pero era tan íntimo y hogareño que Carlos se sintió cálido y feliz.

Alan despertó adolorido, el cuello y espalda le dolían, no encontraba algo romántico en dormir como armadillo enroscado en una silla mientras babeaba y roncaba como un camión, pero pudo ver a Carlos mientras este dormía apacible, su rostro ligeramente pálido mostraba el dolor que sentía pues su ceño estaba ligeramente fruncido, pero fuera de ello el maldito parecía modelo de colchones, mientras que él se sentía como modelo de anuncio de narcotizadores.

Alan estaba de regreso en el hospital, una vez más desde su llegada en la pequeña ciudad, aunque ahora era en calidad de acompañante, el doctor Méndez fue quien le saludó y atendió a Carlos. El afable médico le explicó a Alan que el testarudo Alfa solamente tenía feos golpes y cortes superficiales y una costilla rota, pero necesitaba quedarse para observación, si no surgía algún contratiempo como una infección, podría irse al día siguiente.

Alan estudio el amoratado rostro. Aún con tantos golpes podían verse las facciones varoniles y fuertes de Carlos, de esa forma perdió el tiempo, deseando saber dibujar para poder plasmar ese rostro tan atractivo y que justificadamente hacía voltear a quienes le mirasen, Alan se sentía como un maldito pervertido viendo al pobre lobito totalmente dormido, mientras él ideaba miles de fantasías, cada una más sucia que la anterior.

Carlos despertó una vez más, pero ahora era de día, sus ojos se sintieron deslumbrados por la luz matutina que a pesar de no ser intensa era molesta, —no te muevas mucho, —la voz rasposa y adormilada de Alan hizo que Carlos volteara a verle, pero al hacerlo su cuello dolió haciéndole sacar un grito, —iré por la enfermera para que te de algo para el dolor, —no necesito drogas Alan, -el joven hombre giró los ojos al escuchar la testaruda declaración, —viéndolo bien le pediré una inyección para la eutanasia, —Carlos rio entre dientes, él podría estar muriendo pero el muchacho no dudaba en ponerlo en su lugar.

Momentos después una enfermera batiendo sus pestañas entró con dos cápsulas para el dolor y un vaso con agua, Carlos se lo tomó sin rezongar, —descansa, le sugirió Alan, —más tarde vendrá el doctor Méndez y te revisará, —Carlos asintió, —¿qué pasó con el muchacho?, —Alan avergonzado bajó la mirada, —yo le disparé cuando entró a la casa por mí, —Carlos volteó a ver a Alan quien ahora estaba pálido y con la mirada afligida, suavemente lo tomó de la mano, —tu nos salvaste, —Alan sonrió con pesadez, —el chico está delicado, le disparé en el pecho y perforé su pulmón, -Carlos se movió de lado para poder tocar aquel triste rostro, —gracias, eres un hombre fuerte que hizo lo que tenía que hacer, Alan sintió una felicidad por aquellas sinceras palabras, a pesar de haber agredido a un hombre, se sentía en paz por haber ayudado a Carlos esta vez, —Lucio se va a encargar de poner en orden los trámites legales de la demanda, tú no te preocupes. Alan confiaba en Carlos, así que, si este decía que todo iba a estar bien, estaba seguro de que así sería, ni más, ni menos.

Mi Querido AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora