Por algo se empieza

10.2K 625 51
                                    

—Espero que le guste su área de trabajo señor Ojeda, —Nicolás guiaba a su nuevo empleado por los pasillos de la empresa Metales Montero, y es que al ser el jefe de recursos humanos era parte de su tarea.

—Muchas gracias Nicolás, me parece un lugar muy agradable. —Alan estudiaba con la mirada su entorno, sonriendo amigablemente a las personas que cruzaban por su camino la cual Nicolás les presentaba.

Al ser personal nuevo las miradas curiosas parecían seguirlo con especial interés.

—Espero que se haya instalado sin ningún problema, —Nicolás caminaba tranquilamente, señalando cada área y la importancia de alguna que otra persona en la plantilla de trabajo de la empresa.

—Sí, gracias—Alan observaba lo bien organizada que estaban las oficinas y lo cómodos que se veían los trabajadores ahí, —de hecho el complejo de departamentos en donde alquilo pertenecen al dueño de esta empresa.

Con un aire de orgullo Nicolás sonrió, —El señor Montero es un hombre que nos ha guiado y ayudado a todos en la comunidad, es el Alfa de la ciudad y es muy querido, a demás de ser un gran inversionista.

Alan no supo que decir así que sólo sonrió callado prestando atención a la información que le daba aquel hombre, que evidentemente admiraba a su alfa, eso había sido un buen indicador de lo pacífica que era la comunidad.

Sus compañeros de trabajo fueron amables en todo momento, le ayudaron a adaptarse y le hablaron de los mejores lugares a los cuales ir, donde salir para tomar una cerveza, o donde ligar, habiendo tenido su primer día de trabajo Alan salió de la empresa directo a un pequeño restaurante del cual le hablaron, al llegar se asombró de lo bien limpio que estaba el lugar, además del aroma tan rico de los guisos que ahí humeaban seductores. Las carnes asadas se mostraban tiernas y jugosas junto a los otros platillos y guarniciones, a Alan se le hizo agua la boca ante semejante festín.

Encontrando una mesa solitaria se dispuso a hacer su pedido mientras escuchaba a las personas alabar al señor Montero por las mejoras en un hospital local, pero también escuchó las personas alarmadas por ciertos ataques en la zona.

Ataques de lobos...

En la ciudad de donde él venía no era común encontrar Lycans como les llamaban vulgarmente, si bien todos sabían que existían eran civilizados y funcionales, la sociedad los discriminaba igual que discriminaba a las mujeres, a gente de otra raza o etnia, al igual que a la comunidad LGBT, o a alguien con alguna creencia diferente.

Así era, el mundo no evolucionaba más que para hacer avances en la ciencia pero nulificando el entendimiento y el respeto por los demás.

Sin embargo en esa pequeña ciudad, como en muchas otras alrededor del mundo, era un lugar utópico en donde todas las minorías tenían un lugar y eran respetados. La única premisa de la ciudad era "vive para servir, sirve para vivir", y esa manera de pensar había funcionado, haciendo que los habitantes se cuiden entre sí y sean respetuosos, aparte de que era muy raro ver gente vagueando. Todos parecían tener alguna ocupación productiva y provechosa para la economía local.

A lo lejos vio a un hombre de color con un traje extraño, tomado de la mano con una apacible y linda mujer rubia que feliz acariciaba su abultado vientre de embarazada, también vio a un par de chicos de preparatoria tomados de la mano caminando despreocupadamente, una pareja de mujeres sonreían una a la otra en un claro gesto íntimo. Alan sonrió tranquilo, estaba en el lugar correcto para establecerse y empezar su vida de manera inmediata.

—Hola, bienvenido —una robusta mujer bajita con la sonrisa más amplia se había acercado hasta él, —qué le gustaría ordenar, —lista para apuntar la orden en su libreta miró tranquilamente a Alan.

Mi Querido AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora