Capítulo 101. Gran Huida

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Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 101.
Gran Huida

Las cosas se habían puesto bastante locas, mucho más rápido de lo que Verónica podía digerirlas. Primero la visita de esos dos extraños individuos que Damien había mandado a llamar; luego ese policía, pasando por el ataque repentino de un ejército de fantasmas, y rematando con la entrada forzada de esa mujer que había "casi literalmente" arrojado a Damien por la ventana. De por sí la joven de diecinueve años aún no comprendía muchos de los asuntos que concernían a la Hermandad y su propósito, como para ahora tener que digerir todas esas cosas que hasta hace poco habrían sido simplemente imposibles de imaginar para ella, y la hacían cuestionarse si acaso su madre era consciente de en qué la había metido con exactitud; lo más probable era que no.

Sin embargo, en el momento en el que vio al supuesto Anticristo atravesar las puertas de vidrio de esa forma, no se pudo dar el lujo de paralizarse en pensar en todo ello. Para bien o para mal, ella estaba ahí con un propósito, y por su fe en algo más grande que su pequeña e insignificante existencia. Así que inspirada casi por la mera inercia, salió despavorida en busca del paradero de Damien.

Al salir a la terraza, por una de las puertas no rotas, Verónica vio al joven de cabellos oscuros flotando boca abajo en el centro de la piscina; al parecer había caído ahí tras su vuelo. Pero lo que horrorizó a la joven mujer fue el hecho de que no se movía en lo absoluto. ¿Acaso estaba inconsciente...? No lo sabía, pero tampoco se iba a detener a averiguarlo. Rápidamente y sin vacilación, se quitó sus zapatos, los dejó atrás, y se lanzó de lleno a la piscina. Se aproximó al principio caminando por el agua, pero el último tramo lo recorrió nadando lo más rápido que su traje empapado le permitió.

—Damien, ¿me escuchas? —Exclamó agitada, mientras lo zarandeaba un poco, pero no recibió respuesta; en efecto, parecía haberse desmayado. Pensó en seguir insistiendo, pero no podía tomarse demasiado tiempo, así que en su lugar lo jaló lo más rápido que pudo a la orilla.

Llevarlo flotando resultó no ser tan complicado. Sin embargo, sacarlo del agua fue un reto mucho más difícil para los brazos flacuchos de Verónica, además de que las ropas empapadas del chico lo hacían parecer mucho más pesado. Hubo incluso un par de veces en las que su intento fue fallido y el cuerpo del muchacho volvió a caer, casi hundiéndola a ella también. Ansiaba que en cualquier momento alguno de los guardaespaldas se dignara a aparecer para echarle una mano, pero nadie vino. Esperaba que al menos fuera porque se estaban encargando de esos malditos intrusos de una buena vez.

Al final logró sacar las fuerzas suficientes para sacarlo y hacer que quedara boca arriba en la orilla. El rostro del chico se inclinó sin resistencia hacia un lado, y su pie izquierdo quedó aún colgado, sumergido en el agua de la piscina. Verónica se tomó unos segundos para intentar recuperar el aliento tras el esfuerzo que aquello le había exigido, y una vez lista ella también salió de la piscina apoyándose en sus manos.

Se colocó de rodillas a su lado; seguía sin reaccionar. Verónica aproximó su oído hacia su rostro para intentar identificar si respiraba, pero le pareció que no. Eso la alarmó incluso más de lo que ya estaba. Nunca había hecho respiración de boca a boca, pero la situación no pintaba para que se pusiera a buscar en YouTube cómo hacerlo. Así que sólo tomó el rostro de Damien, le abrió la boca con sus manos, tomó una larga bocanada de aire y se inclinó hacia él. Sin embargo, para el alivio y la vez sorpresa de la joven, antes de pudiera unir su boca a la suya, la mano de Damien se interpuso abruptamente entre ellos, tomándola fuerte de su rostro con sus dedos.

—Ya quisieras... —escuchó como mascullaba la voz de Damien con molestia, y entonces sus ojos se abrieron en ese momento, volteándola a ver con cierto desdén. Al instante siguiente, Damien la empujó con la mano que tenía en su cara, haciendo que se alejara de él y cayera de sentón al suelo. En cuanto tuvo espacio, el chico giró su cuerpo hacia un lado, acostándose sobre su costado y comenzando a toser con fuerza y a soltar algo de agua por la boca.

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