Capítulo 137. Eli

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Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 137.
Eli

Una noche no como cualquier otra, durante el viaje de Esther, Lily y Samara rumbo a Los Ángeles, el trío estacionó su camioneta en un área de descanso solitaria, al borde de una carretera secundaria poco concurrida, para poder descansar un poco. Aunque, en realidad, la única que en verdad descansaba en aquel momento era Samara, recostada en el asiento trasero hecha un ovillo, con sus largos cabellos negros cubriéndole la cara y costado como una larga y pesada cobija negra. Había caído rendida después de cenar, a pesar de que apenas y había tocado la comida que Esther les había conseguido.

—Mírala, durmiendo tan tranquila —masculló Lily desde el asiento del copiloto al frente, asomándose a mirarla sobre su hombro con desdén—. Ni pareciera que fue su culpa que tuviéramos que salir disparadas de ese sitio.

El penoso incidente en aquel motel de Eugene acababa de pasar apenas esa mañana. Y, justo como Lily había señalado, tuvieron que salir disparadas de ahí luego de que el gerente cayera del segundo piso y se rompiera el cuello, y la conmoción comenzara a reinar. Por suerte habían podido alejarse antes de que la policía asomara sus narices; aunque, tras la llamada con Thorn de la noche anterior, la mujer de Estonia ya no estaba tan segura que de qué tanto estaba la suerte involucrada en todo eso.

—Déjala, tuvo un día difícil —murmuró Esther en el asiento del conductor, justo después de expulsar con un soplido el humo de su cigarrillo encendido por la ventanilla abierta a su lado.

—¿Y el nuestro estuvo mucho mejor, acaso? —soltó Lily con ironía.

—Para bien o mal, nos salvó de que ese idiota nos acorralara y nos entregara a la policía. Por no mencionar el pequeño milagro de tu pierna.

Esther señaló con los dedos que sujetaban el cigarrillo hacia la pierna izquierda de Lily, la misma que hasta esa mañana tenía una horrible herida de bala que comenzaba a resultarle casi inmovilizaste. La niña de Portland llevó por reflejo una mano al sitio en el que se suponía debía estar aquella herida, ahora remplazada por una mancha negra sin forma que decoraba su piel.

—No me lo recuerdes —susurró con voz áspera, apretando sus dedos contra su muslo—. No sé qué le entró, pero te juro que si se me vuelve a acercar de esa forma, no me haré responsable de lo que le pueda hacer.

—Al menos ahora no tendremos que cargar con tus muletas —comentó Esther con voz risueña, encogiéndose de hombros.

Siguió fumando tranquilamente, inhalando con cuidado de su cigarrillo, y expulsando el humo por la ventanilla. A pesar de ese pequeño gesto, que Lily no estaba del todo convencida de que lo hiciera para no molestarlas a ellas, el interior del vehículo igualmente terminó impregnándose de aquel penetrante olor. Lily, por su parte, estaba terminando muy lentamente las papas que le quedaban de su cena; remojaba apenas la puntita de cada una en el pequeño empaque de cátsup, las llevaba a su boca dándole pequeñas mordidas, y repetía luego la misma acción con el sobrante.

—¿Por qué no duermes también? —le preguntó Esther, su mirada fija en la carretera en busca de cualquier par de luces que se aproximaran. Nadie había pasado por ahí en al menos veinte minutos.

—Eso te gustaría, ¿verdad? —indicó Lily, mordaz—. Así podrás cortarnos el cuello a ambas como le dijiste a la persona con la que hablabas por teléfono que harías.

Esther se giró a mirarla, al inicio sorprendida por sus palabras, pero tras unos segundos sonrió de forma juguetona. Sí, recordaba haberle mencionado algo así a Thorn mientras hablaba con él, pero no estaba segura de si esa pequeña demonio la había escuchado o no.

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