Capítulo 70. Lote Diez

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Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 70.
Lote Diez

En cuanto Cody volvió a Seattle, lo primero que hizo fue descansar; esta vez de verdad. Su agotamiento no se debía sólo a la horrible noche que pasó por el medicamento, aunque mucho tuvo que ver. El motivo principal fue lo extenuante que había resultado todo lo acontecido aquel día Eola. Volver a su rutina normal luego de aquello le parecía falso e inapropiado, especialmente cuando no tenía aún ninguna noticia del estado de Eleven o del paradero de Samara Morgan. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Matilda, Cole y él habían llegado al consenso de hacerse a un lado y no complicar las cosas, y de momento parecía haber sido la mejor decisión. No eran súper héroes, como bien Matilda lo había dicho. Era sólo un profesor de biología y un novio apenas decente, y sólo le quedaba enfocarse en cumplir ambos papeles mientras aún podía.

El primero fue complicado, pero manejable. El lunes se presentó ante los niños y puso todo de sí para fingir que no pasaba nada. Y aparentemente lo logró, o al menos ninguno de sus estudiantes o compañeros hizo comentario alguno respecto a su apatía más notoria de lo usual.

Lo segundo resultó ser más difícil de cumplir.

No tenía idea de qué pasaría entre Lisa y él tras su última conversación. Fue evidente que ella no había tomado de buena manera la revelación de sus poderes, acompañada además de esa pequeña demostración. ¿Le preocupaba qué podría hacer con esa información? No exactamente, o al menos no se había permitido meditar seriamente en ello. Confiaba en ella, y quería creer que a pesar de la opinión que pudiera tener de él en esos momentos, mantendría el secreto hasta que hablaran de nuevo. Y de momento eso era lo único que quería: hablar con ella, intentar arreglar las cosas, o al menos aclararlas. Sin embargo, durante casi todo el lunes y martes intentó ponerse en contacto con ella, mandándole mensaje y llamándole por teléfono, hasta estar a punto de conscientemente caer en el acoso. Pero en ninguno de sus intentos recibió respuesta.

Muy mala señal.

Pensó que quizás sólo se estaba vengando por ese tiempo de la semana pasada tas el tiroteo en Portland, en el cual él también había ignorado sus mensajes. Pero mientras más lo pensaba, menos le convencía; Lisa era mucho más madura que eso. Pero las alternativas no eran más tranquilizadoras.

El miércoles en la mañana tomó la decisión de que, terminando sus clases, iría a su departamento y se plantaría en su puerta hasta que accediera a hablar con él... o ella llamara a la policía. Esperaba que las cosas no llegaran tan lejos. Pero como fuera, si acaso aquello era el final, era mejor saberlo de una vez.

Mientras tanto, hasta que el momento de la confrontación llegara, debía enfocarse en su trabajo. No había tenido mucha cabeza para preparar su clase esos días, pero por suerte tenía una presentación del año anterior sobre el tema que le tocaba revisar en su primera hora. Así que llevó su laptop, la conectó al proyector del salón, apagó las luces, e hizo que las diapositivas se mostraran en la pantalla blanca que se corría hacia abajo delante de los pizarrones. Ayudaba un poco que el tema en cuestión fuera uno de sus favoritos: las cadenas alimenticias.

La primera mitad de su catedra corrió de forma normal y tranquila. Los niños ponían atención y tomaban sus apuntes en silencio, mientras él permanecía de pie a lado de la imagen proyectada en la pared, dando su explicación.

—...la naturaleza es muy sabia, como bien se los había dicho antes —pronunciaba con claridad, mirando hacia el resto del salón. En su mano sujetaba el control para ir cambiando de diapositiva con mayor facilidad—. Y las cadenas alimenticias son el ejemplo claro del perfecto equilibrio que ésta maneja. Todo animal en este mundo se alimenta justo de lo que necesita, y sirve a su vez de alimento para otro miembro más de la misa cadena. Incluso los depredadores, que creeríamos se encuentran en la cima de la cadena, al final de sus vidas sus cuerpos serán alimento para los insectos, los animales carroñeros, o incluso la propia tierra. Y con su muerte, crean nueva vida. Por eso lo llaman el ciclo de la vida...

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