¿Una Canción para Mí?

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Parte I

Salí de mi casa pasado el mediodía; me dirigía a un restaurante a unas cuantas calles de mi apartamento. No estaba muy lejos, por lo que iba a pie, además el recorrido era agradable. Las callejuelas estaban repletas de establecimientos y el estilo vintage que tenían las hacían lucir animadas.

Llegué al restaurante; el mesero me recibió con familiaridad, esbozando una sonrisa. Le pregunté si había mesas disponibles en la segunda planta; éstas estaban en el balcón que daba una vista increíble de la ciudad y del pasaje. El antes mencionado me encaminó hacia las escaleras e indicó que pronto llegaría alguien a atenderme.

Subí y el aire fresco me envolvió, nunca me cansaba de la visión que obtenía al final de las escaleras. No era un lugar muy amplio, pero tenía capacidad como para ocho mesas. Al estar al aire libre, las mesas eran cubiertas por grandes sombrillas. A lo largo del borde del balcón había un pequeño espacio de tierra relleno de flores, mi segunda cosa favorita del espacio en la segunda planta. La primera era la vista, se podía apreciar casi toda la ciudad, que los edificios no permitían. Además me encantaba ver a lo lejos la torre Eiffel, tan pequeña y majestuosa, y pensar que era enorme...

Si, estaba en Francia, más específicamente en Paris. De pequeña, amaba esta ciudad, mi sueño siempre había sido viajar y conocer "la ciudad del amor", hasta que finalmente lo conseguí. Me di cuenta que los sueños se cumplen y se puede vivirlos. Después de terminar mis estudios, conseguí trabajo en una agencia de diseño y publicidad. Ahí obtuve la oportunidad de mi vida; una compañera de trabajo me comentó que la empresa donde laborábamos tenía un convenio con otras empresas en Francia y que aceptaban diseñadores para la publicidad de negocios. Apliqué y aunque me costó mucho, finalmente me aceptaron. Reuní todo lo que solicitaban y alisté mis maletas para viajar.

Estaba emocionadísima, mis padres siempre me apoyaron y aunque los quería demasiado y me dolía dejarlos, era una oportunidad en un millón. Sabía que no quedarían solos, mis hermanos menores estarían allí; toda mi familia estaba feliz por mí. La despedida en el aeropuerto fue muy dramática, todos llorábamos con sentimientos encontrados de alegría y nostalgia. Aunque en mi caso, estaba nerviosa por el viaje, sería mi primera vez volando en un avión. Mi llegada fue indescriptible, quería que me pellizcaran para saber que no estaba soñando. Todo era hermoso, mucho mejor que las fotografías y de lo que alguna vez imaginé.

Pasados nueve meses, el tiempo transcurrido en el extranjero, aún me maravillo de lo asombrosa que es la ciudad. En mi asiento en el restaurante tomaba un vaso con agua que la mesera me había traído. Leía y observaba el menú; sonreí mientras mis ojos escaneaban el contenido de éste. Me sentía orgullosa al ver mi trabajo y saber que justamente eso me había llevado hasta ahí. Bajé la carta y la coloqué sobre la mesa, con mi decisión en mente. Mientras esperaba que llegaran a pedir mi orden vi parte del rótulo del local, igualmente había sido mi creación. La satisfacción se instaló en mi interior; mi esfuerzo no había sido en vano, había alcanzado uno de mis propósitos y se sentía fantástico.

Mis ojos enfocaron lo que había tras el cartel, el edificio de enfrente. Era una disquera. Realmente era curioso que jamás me hubiera dado cuenta de la existencia de ese lugar; más aún porque destacaba mucho. Lucía muy moderno y contrastaba con el resto de construcciones de la calle. La cubierta era de color negro, tenía dos ventanales polarizados uno a cada lado de la puerta. La parte superior contenía el logotipo, eran letras grandes en turquesa neón con la inscripción "disco". ¿Desde cuándo estaba ese lugar ahí?

Estaba tan perdida en mis pensamientos que no me di cuenta que me hablaban; ordené un platillo de patatas gratinadas, era delicioso. Me encantaban los tubérculos servidos con queso y champiñones... De solo recordar se me hacía agua la boca. Podría decir que este plato típico de Francia era lo mejor que había comido en mi vida, pero la realidad era que lo consumía porque me traía recuerdos. Mi madre solía cocinar algo similar en casa; era como algo usual cuando no sabíamos qué comer. Aunque para mis hermanos y yo era un manjar.

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