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Para ser honesta, no había nada de particular en ti. Al menos esa fue mi primera impresión.

No llamabas mi atención para nada. 

Eso igual es difícil de creer si consideramos que la razón de por qué estoy contando esta historia es porque terminé sintiendo cosas por ti, pero quisiera no aumentar tu ego más de lo que ya está. 

Sin embargo, no puedo olvidar ese día. Había algo peculiar en la forma que me veías ese día. No sé exactamente cómo describirlo ni que nombre darle, pero me hacía sentir tan diferente a las otras veces que me has mirado. 

Casi como si yo fuera especial. 

El día no lo era. De hecho todo era tan monótono, mundano, desde la mañana cuando me encontraste en la puerta de la escuela, hasta cuando nos tocó cambiar de salón hacia el que queda más cerca de las escaleras. Todo el día, era exactamente como el anterior y el anterior a ese y así, sucesivamente. 

Pero tú, diablos, con esa simple mirada lo cambiaste todo. 

Las mariposas que vuelan entre nosotros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora