5.

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A ella no le cayó en gracia, aunque no estuviéramos haciendo nada malo, aunque no tuviera idea de la canción que escucháramos, aunque solo estuviéramos hablando de las cosas que tenemos en común, yo dejé de ser agradable para ella.

Y luego pude entender perfectamente por qué.

Cuando yo los veía juntos, abrazados o haciendo lo que sea que hicieran en sus tiempos juntos, siempre estaban ocultos, al final del corredor, debajo de las escaleras, cerca de los baños, en el piso de arte cuando nadie rondaba. Y cuando ambos llegaban al salón, eran en tiempos diferentes.

En cambio conmigo, te veían en todos lados, riendo, burlándote, pasándome tu abrigo porque habías mojado el mío, persiguiéndome por los pasillos porque rompí tus audífonos o jugábamos a empujarnos como dos niños de kinder.

Era claramente injusto para ella, pero yo no le veía nada malo. Hasta que ese sentimiento de calor que no podía explicar, comenzó a tener sentido y un nombre.

Las mariposas que vuelan entre nosotros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora