Epílogo

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Lo que sea, lo que sea está bien para mí.

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La brisa del mar y su refrescante caricia me hizo despertar ante el cosquilleo de los rayos de sol asomarse por un cielo que no mostraba nubes al ser época de verano.

Mi cuerpo extendido descansaba en la suave arena y mis ojos reposaban en un firmamento que viajaba ante lo que creí sería una ilusión.

Me senté para contemplar las olas y mis vista se posó en ella. Su melena negra ondeaba en el viento, su apariencia incomprendida nunca me asustó; bueno si, solo un poco la primera vez que la vi.

"¿Imagino que esto no es un sueño?" Pregunté y su mirada enexpresiva se volvió hacía mí. Era normal, ella era así.

Me quedé a su lado y fue ahí cuándo me di cuenta de mis manos, toqué mi rostro y mi cabello revuelto. Me di cuenta que volvía a ser joven otra vez.

"¿No me dirás que edad tengo en estos momentos?" Como siempre, no obtuve respuesta. "Asumó que..." miré todo mi cuerpo tratando de descifrarlo. "Tienes buen gusto por la ropa ¿eh?". Esa remera blanca no estaba nada mal.

Sonreí, como me hubiera gustado verla reír a ella también. Pero siempre asumí que se debía a su papel en el mundo, una deidad solitaria y temida por muchos, incluso para mi en mis años de niñez.

"¿Qué quieres enseñarme?" Le pregunté y rodé hasta su manto. Ella sacó un puñado de pétalos de cerezo de sus vestimentas y los fue dejando poco a poco en mi rostro. "Hey, no veo nada". Me quejé entre risas, ella tan silenciosa siguió haciendo su tarea. "Oh, ya veo". Comprendí después de contar los pétalos mentanlemente, eran un total de diecisiete. "¿Esa es mi edad actual?"

Mi querida amiga solo acarició mi cabello en un toque frío pero tan cálido como el sol. Después de unos eternos minutos con cuidado dejó de darme su afecto para invitarme a ponerme de pie.

"¿Adónde vamos?" Pregunté y tomé su mano, una que me había ofrecido amablemente. Caminamos a la orilla del mar, la sensación del agua en mi piel era algo que había olvidado. La última vez que presencié aquello fue con mi padre cuándo lo llevé a conocer el océano.

Si, yo llevé a mi padre a deslumbrarse por primera vez con el mar cuándo aquel lucero solo tenía cinco años de edad.

Meses después de ese viaje yo me fui dormido en sus brazos. Ella me fue a buscar una noche mientras mis ojos se cerraron al escuchar su voz, la voz de mi nieto cantando para mí, me recordó el suspiró de su adiós hace tantos años atrás y rogué entre lágrimas silenciosas el volver a verle.

Ella me había dado la oportunidad de estar junto a él antes de morir. Sólo fueron cinco años, el mismo tiempo que yo pasé a su lado antes de que cruzara al vestigio de la muerte.

Esa misma que se compadeció al enseñarme su vida actual, una que se unió ante el sonido de una guitarra al amor que se creyó perdido.

Mi corazón se detuvo al ver aquella Gretsch en la arena, pero más aún al darme cuenta de su actual dueño. "¿Puedo acercarme?" Le pregunté a mi amiga, ella asintió. Comprendí que ellos no podrían verme así que decidí aprovechar el tiempo.

Sin poder evitarlo me puse detrás de él y le abracé. "Él rubio se le ve bien ¿no crees?" No obtuve una respuesta de parte de ella, pero seguí aferrado a su alma. "No sabes cuanto te he extrañado".

SUIBIAN | AtsuHina | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora