4. Encuentro

51 8 2
                                    

Bebió el contenido de tajo y arrugó la nariz ante el ardor del licor bajando por su garganta. Intentaba bloquear de nuevo el sentimiento, pero aún dolía como la primera vez. "Está muerto", había pronunciado la vieja mujer. Y su mundo había terminado.

Seis años habían pasado ya desde el trágico suceso. Anthony casi no la había librado, pasó varios meses convaleciente. Pero quizá su destino era vengar a su príncipe, porque ambos habían quedado con vida. Heridos para siempre, pero vivos con un sólo propósito.

Huyeron de la región cuando estuvieron más fuertes, pues corrió el rumor de que aún estaban con vida y los chacales de los insurgentes no tardaron en comenzar una inclemente cacería. Muchos inocentes murieron por su causa. Ya eran demasiadas muertes para cargar en la conciencia.

Estando en el exilio, la llama de la venganza siguió viva, pero cada vez se hacía más débil. Anthony intentaba trazar un plan, pero Chris fue perdiendo poco a poco el interés. La culpa lo había derrotado y pasaba la mayor parte del tiempo bebiendo y viviendo en su burbuja de recuerdos. Recuerdos de días felices, días al lado de Sebastian.

Anthony había intentado sacarlo de allí, regresar al viejo Chris que podía ser el líder confiable, pero pronto se dio por vencido y le abandonó. A Chris le habían arrebatado a su Rey y eso para él era la muerte.

—Oye, ¿vas a pagar por eso? — el dueño de la taberna chasqueó la lengua — la última vez casi no te alcanza.

—Tengo dinero — contestó lanzándole varias monedas — tráeme otra botella.

—Ya es de madrugada, debo cerrar — contestó — vuelve mañana.

Chris le observó con fastidio, pero al final se levantó y salió tropezando del lugar, llegando hasta la orilla donde se sentó sobre unas piedras y observó de nuevo el cielo. ¿Estaría Sebastian viajando por el firmamento?, ¿sería libre al fin? Pagaría lo que fuera por saberlo con certeza... y por acompañarlo.

¿Cuántas veces había cruzado por su mente el terminar con su existencia? Después de todo, ese era el destino de todo guardián del rey: cuando éste moría, sus guardianes se quitaban la vida para reunirse con su soberano. Sí, había noches en que lo había intentado, pero siempre algo lo detenía. No sabía por qué, pero parte de él aún permanecía esperando. Esperando por lo desconocido, por algún suceso que le diera una razón para vivir.

«Soy un iluso»

—Wow, la peste a licor llega hasta la esquina — cortó de repente una voz en el silencio — ¿qué hay con esa apariencia desgarbada?, ¿desde cuándo usas barba y pareces un oso?

Chris no se inmutó. Siguió observando las estrellas hasta que la persona se detuvo a su lado.

—Pensé que estarías muerto.

—Lo estoy — contestó — se puede morir de distintas maneras.

—Lo sé, pero me alegro que aún estés respirando.

El rubio desvió la mirada y la posó sobre el moreno a su lado.

—¿Qué haces aquí Anthony?, ¿tu venganza aún no se concreta?

—Es un trabajo arduo y alguien debía hacerlo. Como no te vi interesado en tu honor y el honor de tu príncipe, tuve que partir y hacer lo que fuera necesario.

—Pues hasta donde he escuchado, el gobierno usurpador sigue a la cabeza de esta nación y sigue haciendo estragos.

—Al menos lo estoy intentando — se defendió — ¿qué haces tú? emborracharte y vagar por allí, haciendo trabajos temporales, viviendo errante. ¿Es esa la vida que soñaste?

ForbiddenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora