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6. Conflicto

—No es negociable.

—Pero Daniel, creo que es una buena oportunidad para...

—No, está fuera de discusión — se levantó y vio a Sebastian con dureza — no vas a salir a reclutar guerreros y es la última palabra.

Sebastian se levantó y lo encaró.

—¿Sabes cuántos indecisos hay en esas aldeas? ¡Miles! ¿quiénes crees que llegarán primero si no hacemos algo?

—Tus guerreros pueden ir y convencerlos.

—Ya lo han hecho, pero la gente demanda verme. Demandan la verdad.

—Creo que Sebastian tiene razón — habló al fin Alban — si lo ven, correrán la voz y podríamos tener aliados en las siguientes regiones.

—¿Sabes cuántos enemigos estarán al acecho?

—No demasiados si logramos manejarlo en bajo perfil — habló al fin John — Gregor, ¿podrías enviar a dos de tus hombres a hacer reconocimiento y quizá poner un señuelo?

—¿Qué tienes en mente? — dijo el grueso hombre.

—Podemos desviar su atención. De esa manera, Sebastian podría salir con sus guardianes e ir a las aldeas.

—Sigo diciendo que es un disparate — Daniel bufó.

—Quiero ir — dijo Sebastian viéndolos fijamente — sé que es arriesgado, pero no podemos dejar que toda esa gente se una al enemigo simplemente porque no tienen fe en que yo esté con vida.

Los líderes asintieron al fin, sopesando las posibilidades. Al terminar la sesión, Sebastian ya estaba en la sala de entrenamiento donde sus guardianes estaban reunidos.

—Voy con ustedes — dijo sonriendo — prepárense, salimos al amanecer.

Los cuatro asintieron, no sin intercambiar una ligera mirada de preocupación entre ellos. Sabían lo arriesgado de tener al heredero al trono fuera del refugio, Chris casi pudo escuchar la aceleración en los latidos de su corazón ante la sola idea de que algo saliera mal. Debían confiar en que podrían mantener todo bajo control. Mantendrían un ojo de águila sobre cada pequeño detalle. Sebastian iría y volvería sano y salvo.

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—Entonces... ¿saldrán a reclutar?

El desgarbado hombre estaba sentado en el trono, bebiendo y comiendo mientras sus esclavos intentaban limpiar el desastre.

—Esa es la información que poseo.

—¿Sebastian estará allí? — se relamió los dedos.

—Sí, es su oportunidad para capturarlo.

—Lo sé — el hombre sonrió — lo haré. Con eso cumpliré mi parte del trato con tu señor.

—Bien — sonrió el sirviente — espero que sí.

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Llevaban medio día de camino y el clima se tornaba cada vez más frío. Nubes grises mantenían la amenaza de lluvia y Scarlett los forzó a detenerse cuando creyó ver movimiento entre la ladera de la montaña que habían decidido bordear.

—No podrían saber que estamos aquí — dijo Anthony observando también.

—Los siento — la mujer entrecerró los ojos — no sé si son espías, pero sé que nos observan.

—Si es así debemos volver — Paul observó alrededor con cautela — si deciden enviar a todo un ejército contra nosotros no podremos protegerlo.