Capítulo 11

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Personajes de Mizuki & Igarashi

Capítulo 11

"Dejaré a Candy. Ella ama a su esposo. Aparentemente, es un buen hombre", se dijo, Anthony, a sí mismo.

—Ya reaccionó. Fue un simple mareo debido a su estado de gravidez —le informó el médico.

—¿Gravidez?

—Sí, Sr. Brown. Seré padre por segunda vez. Ya se lo había comunicado en el despacho, ¿se acuerda?

—Por supuesto.

Sin embargo a Anthony le era imposible creer que su dulce Candy le dará a su rival, en el amor, otro hijo. Con desgano y tratando de disimular su desilusión se retiró.

Las doncellas ayudaron a Candy con el arreglo.

Desde lejos, Anthony observaba como el carruaje se perdía en la oscuridad; llevándose al amor de su vida.

Candy en el trayecto pensaba: "Dios, amo a estos dos hombres maravillosos ¿Cómo hago para decidirme por uno de ellos? Uno es el padre de mis hijos y el otro es mi amor de infancia, de niña mujer. Albert es tan amoroso y compresivo. Nunca olvidaré aquella tarde cuando Anthony me invitó a bailar, nos quedamos un rato en silencio hasta que sus labios rozaron mi mejilla. No hubo nada más tierno que ese mágico beso...".

—Se me olvidó decirte, amor, que la esposa de Stair esta desahuciada. Debemos prepararnos para darle nuestro apoyo.

—Pobre Stair se ve que la ama tanto —expresó Candy con un halo de tristeza.

Al transcurrir los días con normalidad: Annie y Archie se hacían cada vez más cercanos, a pesar de no compartir la intimidad.

—Pobre Stair, es increíble que a tan joven edad vaya a enviudar.

—Está aislada Sabes. Es por el brote de cólera, solo afectaron a unos cuantos en la región.

—Y ahora, ¿qué hará?

—Esperar los designios de Dios.

Annie pensó: "si supiera que la noticia alegrará a mi hermana Paty".

—Annie, me agrada que en nuestra relación tengamos la oportunidad de ser amigos. Es interesante tener con quien conversar de lo que pasa en el día a día, sin temor a ser juzgado; sin tener cuidado de lo que vas a decir por temor a que el otro mal interprete tus palabras. Me gusta tu sonrisa.

—Gracias. Bueno ya es hora de dormir.

—¿Seguirás ahí abajo?

—Sí, a mí me gusta. Además, encontré unas cobijas muy gruesas que me sirven de soporte.

—Bueno, apagaré la luz. Hasta mañana.

—Hasta mañana.

Al cabo de unas semanas: informaron el lamentable fallecimiento de Elisa. Todos lloraron su partida.

Por otro lado, un francés buscaba la forma de desquitarse de la osadía de aquel muchacho que había sido capaz de despojarle parte de su riqueza.

—Así que aquí es donde vive ese jovencito. Es tiempo de hacerle una visita: Tomás, John ¡Acompáñenme! Es hora de buscar lo que me pertenece.

Toc, toc, toc...

—¿Quién será a esta hora?

—Déjalo Juana, iré yo.

—Pero, señora Rosemary, es mi trabajo.

—No Juanita, en esta casa no hay distinción social. A pesar de haber cambiado de estatus, seguiré siendo la misma mujer humilde. Además, en toda la tarde no has parado de trabajar, ya es tiempo de que descanses.

Amar sin prejuiciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora