Capítulo 9

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Personajes de Mizuki & Igarashi.

Capítulo 9

Candy iba caminando por el pueblo cuando un carruaje elegante se detuvo, tomándola por sorpresa.

—Candy, volví por ti. Cumplí mi promesa.

A ella le era imposible creerlo...

—¡Dios! —exclamó de la impresión, se tapó la boca con las manos—. ¡Eres Tú! ¡En serio eres tú! Déjame tocarte, sentirte, saber que realmente no es una ilusión que veo sin explicación alguna.

—No Candy, ángel adorado, no soy una ilusión. Realmente soy yo. He venido a buscarte. Nunca más nos separaremos, estaremos juntos por siempre como una vez te lo prometí, amada mía.

—¿Cómo lograste...?

—¡Escapar? Es una larga historia..., pero ahora solo quiero amarte y besarte. Hacerte mía una vez más, mi dulce Candy White.

—Anthony, en este momento, existen tantas vicisitudes para llevar a cabo nuestro eterno amor... —dijo ella, acariciándole la mejilla.

Candy y Anthony no intercambiaron más palabras, solo se entregaron al deseo de sus cuerpos descontrolados ante la agonía de haber estado tanto tiempo, separados. Anthony, jadeante, logró avisar al cochero:

—Hemos llegado.

Candy se asomó por la ventanilla, preguntando:

—¿Y este lugar, tan elegante?

Él llevó su dedo índice a la boca de ella para acallar sus preguntas.

—Tenemos tiempo sin vernos. Déjame sentirte, una vez más, y saber que nunca me has olvidado.

Candy asintió con la mirada y él la guio hasta un inmenso jardín lleno de flores y rosas blancas. Desde un rincón, un hombre tocaba el piano (dando la ocasión perfecta para bailar una hermosa melodía de ensoñación). Sus miradas se compenetraron, rosaron sus labios para sentirse el suave y dulce aliento. Sin más, el señor se retiró; pero a pesar del silencio... ellos aun oían la canción.

—Candy, permíteme estar contigo, tocar tu boca, tu cuerpo, tu alma.

—Anthony —dijo en susurro.

Ella permitió que él le quitase el vestido con suma delicadeza. Las pupilas de este caballero grabaron cada detalle de su hermosa feminidad, se acercó a su bella musa para tomarla en sus brazos con sutileza y así volverla a besar.

—Oh, Candy, cuantas noches te he pensado... Me he imaginado estar junto a ti. Al fin podré estar junto a mi dulce dama por siempre.

—Anthony.

Él se sumergió en ella con tanta delicadeza y ternura que solo deseó que ese momento nunca acabara, quería que el tiempo se detuviera cual agujas del reloj deja de funcionar, para así amarse por el resto de la eternidad. Las lágrimas de añoranza y deseo de que nunca terminase el momento, se hizo presente en el rostro de Candy.

—No, no llores, por favor.

—Es que me resulta un sueño: estar aquí en tus brazos, sintiendo tu amor.

—Candy, me has hecho el hombre más feliz de la faz de la tierra.

Sigilosamente, se levantaron del césped para vestirse nuevamente.

—Candy, no te dejaré ir.

Cabizbaja, le contestó:

—Mi esposo me ha embarazado... Tuve un hermoso varón... No sé qué hacer ni que decir, los dos me gustan por igual..., lo siento.

Anthony apretó los puños con fuerza para evitar hacerle daño, su honesta declaración le hirió el corazón.

—¿Por qué me haces esto? Durante años, he pensado solo en ti. He vivido, respirado por ti. Eres la única mujer de mi vida y tú te revuelcas con los dos al mismo tiempo por placer ¿Acaso crees que soy tu monigote?

Anthony le dio la espalda, conteniendo la rabia que se apoderaba de su ser.

Candy, aun semidesnuda, trató de emitir alguna palabra que aplacara la ira de su querido, pero no encontró ninguna.

—Creí que te acostabas con él por compromiso, pero resulta que lo haces porque te gusta —él se giró para verla a la cara y decirle—: ¡Desvergonzada!

—Perdóname Anthony, tú me gustas mucho, pero no sé a quién elegir.

—Te facilitaré la decisión, ¡vístete y lárgate!

—¿Podemos seguir viéndonos como amigos? No quiero perder tu cariño.

—Por el momento, no quiero verte... Un carruaje te llevará a tu casa.

Candy al llegar a su villa, fue directo al cuarto de baño y preparó la tina para sumergirse en el agua con delicada fragancia a rosas, pasaba la esponja por cada parte de su cuerpo, mientras meditaba lo acontecido.

"Anthony, amor... tus dulces y tiernas palabras me enamoraron al punto de perder la razón. Sin embargo, Albert me hace estremecer con cada caricia que me da. Incluso, con su sola mirada...me hace vibrar".

—Princesa, no te oí llegar.

Candy le sonrío y le dijo:

—Ya salgo.

—No te preocupes, quédate ahí. También necesito relajarme un poco, he tenido demasiado trabajo en los últimos días.

Albert, a medida que se acercaba, se fue descalzando, desabotonando la camisa y el pantalón. Al entrar en la tina, se puso frente a su esposa y la atrajo a su cuerpo, haciendo que ella se sentara ahorcajada sobre él.

—Mueve la cintura... de arriba hacia abajo... así... —le indicó a su esposa, besándole el cuello. Sin dejar de acariciarla, le dijo que el día sábado: ante la sociedad, sería presentado un nuevo socio que se unió al proyecto de cultivos de algodón.

—Te gustará la ceremonia, han invitado a un pianista.

Candy deteniendo sus movimientos, lo miró con cierto nerviosismo.

—¿Por qué paraste? —inquirió él.

—Nada, estaré feliz de asistir a la ceremonia.

—¿Sabes?, eres la mujer más hermosa... de todas —expresó, sintiendo el cálido meneo de cadera que hacía su amada para satisfacerlo por completo.

En la casa de los White.

—Annie, ¿te enteraste? La esposa de Stair ha enfermado. Nunca le dio hijos. Eso quiere decir que pronto deberá buscar otra esposa.

—¡Paty! —le reprendió Annie, causándole malestar a su hermana—. Lo siento... no te pongas así. Es simplemente que esperar a que alguien muera para estar junto a la persona que dices amar, es algo incorrecto, aberrante. No puedes basar tu felicidad sobre la desgracia de otro.

—Perdón —dijo Paty, cabizbaja—. Volveré a mis actividades.

El día sábado, Albert y Candy llegaron a la mansión del nuevo socio. Candy se impresionó al darse cuenta de que era la casa de Anthony.

—¿Estas bien? —le preguntó su esposo.

—Sí.

Un lacayo se acercó al carruaje para abrirles la puerta.

—Bienvenidos, señores. Síganme, por favor, enseguida los anunciaré —dijo el sirviente haciendo una reverencia.

Candy llevó su mano derecha a la boca al comprobar que en efecto se trataba de la casa de su inolvidable amor.

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Continuará...

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