Capítulo 8

69 11 5
                                    

Personajes de Mizuki & Igarashi.

Capítulo 8

—No me insistas, ya tomé mi decisión.

—De acuerdo ¿Podemos charlar?

—¿Te puedo contar por qué me llamo Annie? Ja, ja, ja. Te dará risa es por una tátara, tátara abuela... —así ella empezó a relatar su historia hasta que el sueño los venció.

Al día siguiente, Annie se levantó más feliz que nunca; aunque con un poco de dolor de espalda. Se estiró para desestresarse, un poco, por el mal dormir cuando Archie (sin previo aviso) salió desnudo del baño. Ella de inmediato volvió a colocarse debajo de la cama, exclamando lo siguiente:

—¡A la próxima, avise!

—¡Perdón!

—¿Me pide perdón? ¡Degenerado!

—Tampoco, es para tanto. Estamos casados.

—No me interesa. A la próxima, verás lo que te pasa.

—¿Me estas amenazando?

—Te estoy advirtiendo. No me conoces, no sabes de lo que soy capaz de hacer y ya deja de hablar y termínate de vestir.

—¿Y cómo puedes saber si estoy o no desnudo, si estás debajo de la cama?

—Te veo claramente los pies y las pantorrillas, no te has puesto nada. Así que apúrate, por favor, que tengo hambre. Quiero desayunar.

—¡Listo! ¿Ahora sí estas alegre?

—Bueno, termínate de ir.

Archie salió y cerró la puerta. No obstante, en el jardín.

—Hermosa señora Ardlay, que bien le sienta el embarazo. Es usted encantadora. Siempre estaré a sus pies, mi bella dama.

—Gracias, señor Cornwell. ¿Y mi hermana? —inquirió, mirando a ambos lados para ver si la veía.

—Alistándose. ¿Ha recibido noticias de su marido?

—Dice que estará de regreso antes de que dé a luz a su primogénito.

—Hasta entonces, yo cuidaré de usted.

Entre tanto, en la prisión.

—Se que han pasado seis meses, chico... ja, ja, ja, pero debes estar tranquilo. Esto de la fuga lleva su tiempo. Poco a poco, hemos logrado hacer un túnel que nos llevará hasta este punto —animó el reo, señalando una especie de mapa que dibujó en el piso rustico de la insalubre celda— ¿Si puedes ver a través del pequeño orificio que he abierto para que estemos comunicados? Ja, ja, ja, ¡asómate, muchacho, no pierdas la fe!

Anthony, algo, débil como pudo visualizó.

—Mira, aquí, en una casa abandonada cerca del muelle; ahí escondí el mapa. Pero, antes tendremos que bajar unas escaleras que nos conducirá hasta un cofre, el cual contiene toda la información necesaria..., ja, ja, ja, ¡pronto seremos ricos!; con tus fuertes brazos podremos cavar y cavar hasta desenterrar el gran baúl.

—En usted confío. Necesito estar cerca de mi mujer, le prometí que nos veríamos pronto.

—En unas semanas, será el motín para escaparnos. Aguanta, chico. Ten fe en nuestro Creador.

En esos meses que pasaron, Annie seguía durmiendo debajo de la cama. A Archie le daba risa escuchar las anécdotas de ella y viceversa, pues, él le contaba las suyas hasta dormirse. Por otro lado, Candy y Albert intercambiaban cartas.

Amar sin prejuiciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora