1. Ahogar mariposas

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6 Meses antes. Vacaciones de Verano. Londres, Inglaterra.

—¡ABRE LA PUERTA, SÉ QUE ESTAS AHÍ!

Lanzó un suspiro, que aburrido, tenía que lidiar por cuarta vez con él. Era una "suerte" terrible que tuviesen gustos parecidos.

Estaba solo en casa, gracias a Dios ya no estaba en silla de ruedas y podía caminar más rápido, en teoría; con las muletas que tenía ahora. Aunque si hubiese estado en silla de ruedas aún, sabía que él no dudaría en lanzarlo cuesta abajo a mil kilómetros por hora.

Pero tenía sus muletas, al menos le atinaría un buen muletazo en una costilla, ¿cierto? Podría usarlas como un arma.

Gael siguió aporreando la puerta con ganas de tirarla abajo—¡CHAD, ABRE LA PUERTA, JODIDO LISIADO!

¿Él? ¿Lisiado?

—¡PERO YA CÁLMATE, TE HICE UN FAVOR!

En teoría.

En práctica el favor se lo habían hecho a él.

El auto de Ethan, el padre de Chad; estacionaba frente a su casa cuando vio al pelinegro. Gael tenía las mejillas rojas como un tomate, y de mala gana se sacaba alguna que otra lágrima. Ethan meneó la cabeza, ¿qué sucedía esa vez? Se apeó, caminando muy lentamente hasta la entrada de su casa llamó la atención de Gael, que estaba decidido a esperar a que Chad saliese.

—Eh, ¿qué sucede, Gael?—se sentó con su costoso traje junto al muchacho de semblante triste.

Gael era la tercera rueda que hacía funcionar la bizarra amistad que tenía aquel cuarteto. El muchacho era alto, con un aspecto clásico inglés, llevaba el cabello negro un poco más largo que su hijo, rozándole las orejas; y sus ojos oscuros siempre lucían desinteresados.

Él se encogió de hombros—.Lo de siempre, pedazo de idiota egoísta—cayó rápidamente en cuenta que hablaba era con el padre de ese idiota egoísta, así que se apresuró a agregar:—Con todo respeto, Ethan. Pero es un animal.

Oh, vaya. Sea lo que sea que sucediese esa vez, era muy serio.

Ethan asintió y le dio una palmada en el hombro—.Debo llevarlo a terapia, pero con gusto puedes pasarte por el restaurante después.

¿Cómo?

Gael le dio una mirada de no comprender, y este le guiñó un ojo. Lo que hubiese hecho Chad esa vez, merecía un escarmiento. Se levantó, sacudió su ropa y le dio un último asentimiento de cabeza, del enojo que llevaba se había ido hasta allí desde su casa caminando.

Ethan lo vio alejarse, soltó un suspiro y se levantó, justo en ese momento la puerta de la casa se abrió dejando ver a un Chad usando muletas.

—¿Ya se fue?—asomó la cabeza con cuidado de no ser visto por el enemigo.

Su padre le dio un zape en la nuca al pasar por su lado—.Hasta que no te salga mal ese jueguito, no te vas a detener. Pobre Gael.

El castaño estaba ofendido, totalmente ofendido. Como pudo logró cerrar la puerta e hizo maromas para alcanzar a su padre que iba hacia la cocina.

—Pero si yo no hice nada, ¡no es mi culpa! Además, esa cosa no tiene sentimientos.

Ethan apretó los labios, su hijo no podía estar hablando en serio—.Esa cosa es tu amigo, y sí tiene sentimientos.

Oh, no, eso sí que no.

Su padre, su papito, tenía que estar del lado de él. De su único y primogénito hijo, su criaturita, el favorito... bueno, favorito sí era porque no había otro, ¡pero ese no era el caso!

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