7. Los mejores amigos

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—Mi vida es aburrida.

Hmm. Sí, había pasado la noche pensando en eso. Que aburrida era su vida últimamente.

Gael se alejó un poco de la pared donde estaba apoyado—.Si te sirve de algo, la mía es miserable.

Suspiró. Gael, siempre tan lúgubre y pesimista.

—A decir verdad, si me sirve—se rió entre dientes, como si fuese un niño travieso.

Algunas personas que bajaban las escaleras lo miraron, y un par le devolvieron la sonrisa que él aún mantenía en el rostro. Eso le hizo sentir un poco cálido su interior.

Volvió a suspirar, pero de satisfacción. Él también era un sol, ¿cómo lo había olvidado? Pero que estúpido, se había infravalorado.

Pero él era un sol diferente. Era un sol que sabía que otros astros transitaban a su alrededor. Sabía quiénes lo rodeaban.

Esperaron durante unos minutos, pero Nick no aparecía por ningún lado; Gael dio una mirada a su reloj y torció los labios.

—Quizás bajó con Rebecca.

Él frunció el ceño, había pasado por la habitación de Becca antes y solo había escuchado su voz tarareando una canción.

—No lo creo—meneó la cabeza, entonces se encaminó a bajar las escaleras—.Vámonos, llegaremos tarda si él no aparece.

Gael tuvo que aceptar que esa era la resolución más sensata y lógica que había tenido el castaño en mucho tiempo.

Cuando llegaron a clase de matemáticas, Nicholas estaba sentado en su lugar. Demasiado silencioso. Demasiado sumido en sus pensamiento. Y con una excesiva cara de amargado.

¿Habría discutido con Becca?

No, imposible.

Tomó asiento detrás de su amigo, estaba tan metido en su cabeza que ni siquiera los notó llegar. Él estiró su mano y le tocó el hombro, entonces reaccionó relajando los hombros y volteando en su asiento hacia él.

—Buenos días—saludó, haciendo un movimiento de cabeza hacia ambos chicos.

Una sonrisa de oreja a oreja rompió por la mitad el rostro de Chad—.Buenos días, Nico. ¿Cómo dormiste?

Su amigo frunció el ceño, sin darle una respuesta rápida—.No dormí.

Por debajo de la mesa, sintió como Gael pateaba su asiento. El que Nick no durmiese eran terribles señales.

¿Acaso se sumiría en ese espiral depresivo y succionante por el que había pasado al ser traicionado por Yvonne?

Pero, Nicholas no tenía razones, por lo menos concretas y con hechos; para hacer eso.

Nick les hizo un último asentimiento de cabeza y se giró, rígido y pensativo nuevamente.

Él se giró hacia Gael tras unos minutos y el pelinegro le hizo seña de que no hablase. Él frunció el ceño pues sabía que tenía que calcular bien sus palabras, pero no hacer silencio. De mala gana Gael garabateó en su libreta y se la enseñó: Míralo.

Por el rabillo del ojo vio que Nicholas movía sus dedos de forma imperceptible contra la madera de la mesa. Al principio parecía que no tenía un sentido alguno, pero luego de unos segundos se dio cuenta que los movimientos de sus dedos correspondían a la ubicación de las teclas del piano.

Oh, oh.

La situación era grave.

Ni él, ni Gael ni Rebecca sintieron alguna vez un ápice de remordimiento por haberse desecho de la primera novia de Nick, Yvonne; no lo habían lamentado para nada. Ella había resquebrajado la personalidad de él, ahora solo quedaba un 70% de ese Nicholas. Cualquier cosa que lo hiciese perder el sueño y fantasear con tocar su piano, podía hacer que ese porcentaje disminuyese también.

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