《D i e c i s i e t e》

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 Daniela

—¡Hey!—Isco me dio un beso en la mejilla nada más subir al coche.—¿Para qué me has llamado?

—Tengo que comprarme ropa nueva, Leire y Kera están con sus respectivos novios esta noche, y tú eras la única opción que me quedaba.

—¿Y Pau?

—De camino a Japón.—suspiré y me puse las gafas de sol.—Pero aunque estuviese aquí, creo que sería la última persona a la que llamaría.

—¿Y eso?

—No tengo ganas de hablar con él, supongo que será por el embarazo.

—Dani... Leire me contó que estás muy rara desde que volviste de Mallorca.

—Estoy cansada, eso es todo. Y quemada.—no era una broma, tenía los hombros y las mejillas quemados por el sol.—Estoy bien, de verdad.

—Puedes engañar a Leire, a mí no.

—Francisco, no vayas por ahí, ¿quieres? No tengo el cuerpo para jarana.—le escuché suspirar, y seguí conduciendo. Pero para mi desgracia, había muchísimo tráfico, e iba a tardar más de la cuenta en llegar a Las Rozas Village.—Mierda.

—Parece que vamos a estar aquí un largo rato.—Isco levantó su vista del móvil, y me miró con una sonrisa socarrona.

—Como mucho serán diez minutos, no me jodas.

—Ha habido un accidente en la A-6, te he dicho que va para largo.

—Pues qué bien, me hace muchísima ilusión estar en un coche encerrada durante dos horas.—quité las llaves de contacto, y apoyé mi brazo en la ventanilla.—Para un puto día que quiero ir a comprar algo, me encuentro con este panorama, es fantástico.

—Tú no estás bien.

—Francisco, para ya.

—Daniela por dios, escúchate. Por norma general eres borde, pero con gente que no conoces.—no contesté, dejé que el silencio inundase el coche.

—En los asientos de atrás hay un altavoz hasta arriba de batería, por si quieres poner música.

—No quiero eso, quiero hablar con mi hermana.

—Te juro que como vuelvas a intentarlo doy la vuelta en esa autovía y te suelto en tu casa. Estoy bien, joder.

—Y una mierda, Daniela. Sigo sin creerte.

Estuvimos alrededor de quince minutos en silencio, no se escuchaba absolutamente nada.

—Si estás hablando con Sara dile que le ayudaré con los niños esta semana si quiere, prácticamente estás secuestrado aquí.—dije poniendo las manos en el volante.

—He venido por voluntad propia, no es un secuestro.

—Bueno, estamos en un coche encerrados.

—Si es contigo no me importa, Dani.—sonreí y puse mis gafas de sol sobre mi cabeza.

—Álvaro se declaró en Mallorca, en la playa, al atardecer.

—No me puto jodas.

—El sueño de mi adolescencia se ha cumplido con el padre de mi hija y no con mi novio, ¿a que es flipante?

—¿Invitaste a Álvaro? ¿Pero tú estás loca?

—No le invité. Fue peor. Estábamos volviendo a la casa rural que habíamos alquilado allí y nos lo encontramos de frente. Fue bastante incómodo para ser sinceros.

Demons [Álvaro Morata]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora