A la distancia pudo verla, ella estaba ahí, hace tanto tiempo que no la veía, se veía tan hermosa, con su piel pálida, sus cabellos grises, que se movían con la brisa. Ella al verlo sonrió, no podía creer que lo tenía nuevamente frente a ella. Empezaron a acercarse lentamente, estaban algo nerviosos.
En cuanto estuvieron frente a frente, ella se lanzó hacia él dándole un beso el cual él correspondió, ella se separó para apreciar su rostro, que no veía desde hace mucho. Ella lo abrazo fuertemente, no quería soltarle, tenía miedo de que si lo soltaba no volvería a verlo más.
Él la quemaba, pero eso no le importaba, él intentaba no lastimarla, no quería dañar su delicada piel. Ella hundió su rostro su pecho, él jugaba con su cabello.
—Te extrañe—susurro ella.
—Yo te extrañe aún más—afirmó—desearía que esto durará una eternidad.
Ambos se separaron lentamente, se tomaron de la manos, hasta que tuvieron que alejarse poco a poco que ni siquiera podían verse a la distancia.
Lo único que los unía cada cierto tiempo era un eclipse.
La luna y el sol, unos amantes condenados a no poder estar juntos.