3: Conocí a mi musa María Luisa

41 0 0
                                    

Recuerdo que era una noche en la cual yo salía de estudiar muy tarde y papá solía recogerme en el paradero que me dejaba el bus, posterior a ello casi siempre íbamos a cenar. Con frecuencia acudíamos a una especie de fonda o puesto de comida de un viejo amigo de mi abuelo y papá. Preparaban los mejores platos con pescado frito en aquel lugar y al salir de allí te ibas con una sonrisa de oreja a oreja regaladas por el dueño o por su hija, la cual era muy risueña y me inspiro para escribir las siguientes líneas:

"Ella sonreía sin importarle si la situación era la apropiada; y pues al reír ni que decir, el ruido de sus carcajadas podían ser los más agradables, y a veces solo a veces incomodos.

Ella estaba delante de todos, tenía amigos, gente del barrio donde vivía que la apreciaban, unos padres que reflejaban mucho amor. Siempre transmitía paz e inocencia.

Luisa era diferente, no por tener una espalda más proporcionada de lo normal con una pequeña joroba, o porque su rostro reflejaba alguna alteración de cromosomas o algo similar ¡qué sé yo! Médico no soy.

Ella era especial y diferente porque poseía un poder que le permitía sonreír, querer la vida y para descubrirlo solo debías "mirar a través de los ojos de María Luisa".

Y es que así se llamaba aquella jovencita que se había vuelto mi musa para esas líneas y no solo para ello si no para mi día a día, yo atravesaba etapas depresivas críticas, uno de los motivos era algo superficial, mi rostro; es decir, si fuera ciega y no podría ver mi reflejo en los espejos, puede que mi estado fuese más estable emocionalmente, repito, uno de los motivos de mi depresión era el aspecto físico. Yo quería que María Luisa forme parte de mí, ser una propia versión de esa esencia y ser feliz. Pero para creer que logramos o tenemos algo, hay que atravesar pruebas de fuego que te hacen recordar y pensar si en verdad aprendiste de la experiencia o si solo te engañaste a ti mismo. Yo hubiera decepcionado sin duda alguna a María Luisa, de la fonda; así como ya me había decepcionado a mí misma y empecé a sentir la necesidad de despertar a mi propia María Luisa, la cual llevaba dormida mucho tiempo sin darme cuenta.

Los pensamientos de Anita y María LuisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora