9: ¿Por cuánto tiempo más?

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Es la pregunta que me hice en varios de los primeros capítulos y probablemente muchas de las personas que sienten haberse cansado de si mismos, se la hagan.

Mis soliloquios:

¿Por cuánto tiempo más tendré temblores en el cuerpo incontrolables cuando estoy nerviosa?

¿Por cuánto tiempo más voy a querer autodestruirme cuando no pueda controlar mi ira?

¿Por cuánto tiempo más no podre abrazar o decirle te quiero a alguien sin miedo a que me rechace o me dejé después?

¿Por cuánto tiempo más tendré miedo de mí y de mi autocontrol fallido?

¿Por cuánto tiempo más no sabré si soy Ana Lucia o María Luisa?¿ A quien prefiero?

Creo que en toda mi corta vida no me había sentido tan desesperada como cuando me caí en la realidad de la perdida de mi abuela y la ausencia definitiva de su presencia. Llegó el momento de crecer, mi existencia dependía de eso y yo estaba segura que quería continuar viviendo, y si era así, es porque me preguntaba también ¿Sí mueres mañana te irías satisfecha o sientes que dejas cosas pendientes?, creo que la respuesta era más que obvia. Probablemente si mañana alguno de los que están leyendo muere, se irán dejando cosas pendientes, pero estoy segura que si podrían cambiarlo, lo harían.

Yo llegué a la conclusión que la resignación es una de las peores sensaciones que puede experimentar el ser humano. Resignarte a que ya no vas a volver a ver, escuchar, compartir con un ser querido como tus padres, tu hijo o tu abuelo, es uno de los dolores más profundos y esa resignación es la más detestable en su momento. Si tienes la capacidad de no resignarte a algo, de intentar modificar, arreglar o hacer lo que crees conveniente, ¡Hazlo!

Mi camino es largo y estoy segura que el de ustedes también. Estas paginas se me quedan cortas para todos los pensamientos tormentosos que pude tener y que talvés vuelvan a pasar por mi cabeza.

Nunca pensé que dejar el cascarón me iba dar a conocer y a entender dos cosas. La primera es que Anita no existe, ni María Luisa; solo soy yo Ana Lucía, con tantos miedos y heridas por sanar que impedían me muestre tal y como soy al mundo. Cayendo en círculos viciosos, encasillándome en conceptos nefastos de mi personalidad, aceptando a acostumbrarme a batallar con demonios, dejando pasar lo días sin preocuparme por parar la lucha de años de mis alter egos. Lo segundo que entendí fue que estaba en la edad de decidir que influenciaba o no en mi, quien sería mi ejemplo. Los problemas emocionales de mamá, sus histerias, etc. O los malos tratos de papá y la desconfianza hacía él, ya no debían afectarme como en mi adolescencia, y si dejaba que continúe pasando, solo seguiría echándoles la culpa de mi no progreso emocional.

Yo nunca fui Anita problemas, al contrario, si llegarán a preguntarles a mis padres sobre mí estoy segura que me lanzarían flores. Yo fui Anita la del problema, por no expresarme, aislarme, evitar dañar a los demás, dañándome solo a mi. Nunca quise que se avergonzaran de mi, luche por una tonta aceptación y amor que ni a esta edad pude obtener. Porque no puedo ni podré mandar en la forma de ser de los demás, ni en sus traumas.

Hoy me acepté y decidí transformarme, porque ya no quería preguntarme por cuánto tiempo más. Tristemente tampoco soy María Luisa, un derroche de dulzura y ternura, también al contrario, siempre fui la niña poco expresiva y seca al hablar, así que María Luisa se me queda corta; y detallo lo triste porque aparentemente ella era más perfecta que Anita.

Sin duda tengo parte de la esencia de ambas, son como mi yin y yang, pero no existen en el mundo real, solo en mi cabeza, yo decido que protagonismo les doy en la realidad. En esta lucha me maté muchas veces, hoy decido ser Ana Lucía.

Escribí esta despedida con el fondo musical de Gold dust de Duster.

FIN

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⏰ Última actualización: Aug 28, 2023 ⏰

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Los pensamientos de Anita y María LuisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora