Capítulo 4

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Jaemin se apresuró a ir al dormitorio y volvió a ponerse los pantalones, pero tuvo que pedir prestada una de las camisas de Jeno, la que era demasiado grande para él, antes de llamar a Haechan. Le sorprendió que su teléfono funcionara tan bien, en lo alto de las montañas.

Haechan contestó en el segundo timbre. —Yo, ¿qué pasa, amigo?

—Tenemos que salir de aquí. —Caminó hacia las amplias ventanas y miró hacia el bosque más allá. Tenía que admitir, este lugar era hermoso. Y la casa de Jeno era increíble. Pero acababa de decir alguna mierda loca que no podía ignorar.

—¿Quieres salir en mitad de la noche? —Preguntó Haechan.

—Tenemos que salir de aquí. Creo que este tipo me está manteniendo como un rehén.

Haechan resopló. —Esta vieja pareja tiene una televisión de cincuenta pulgadas y todos los bocadillos que podría desear. ¿Me estás tomando el pelo? No quiero irme nunca. Son como los padres que nunca tuve.

—Creciste con tus padres. —Dijo.

—No me lo recuerdes. Creo que deberíamos darle a este lugar una oportunidad. ¿Dijo lo que quería contigo? No creo que quiera cortarte en pequeños pedazos o que haya puesto loción en la canasta. Probablemente, sólo quiere tener relaciones sexuales contigo.

—¡Haechan! —No podía creer que acababa de decirle eso. —No tendré ningún tipo de sexo con él.

—Bueno, ésta bien, no lo hagas. —Dijo Haechan. —Sólo ven aquí y terminaremos este juego de zombies.

—¿Has traído tu consola contigo? —Haechan era completamente imposible.

Se perdió lo que Haechan dijo a continuación. El calor ardió en su cuerpo tan rápido, tan ferozmente, que dejó caer su teléfono y se agarró el borde de la cómoda. Su polla estaba tan dura, que temía que explotara. El calor latía dentro de él, mientras se tambaleaba hacia el baño.

¿Qué diablos le pasaba? ¿Estaba enfermando? ¿Lo había drogado Jeno? Cuando miró en el espejo, del cuarto de baño, su piel tenía un rubor profundo.

Se desnudó y corrió a la ducha, donde cambió la temperatura del agua a helada. Eso no ayudó. Todavía estaba ardiendo y también temblando ahora. Tenía que ser la gripe o algo así. No podía pensar en otra cosa que lo tuviera frío y caliente al mismo tiempo.

El invierno pasado, se había resentido de la gripe por dos semanas. Se había quedado con Haechan para ser atendido. Si se podía considerar una caja de pañuelos y un "No te atrevas a enfermarme."

Pero esto se sentía mucho peor. A pesar de que no tenía los otros síntomas como una secreción nasal, migraña o fatiga, todavía estaba ardiendo mientras sus dientes castañeaban.

—¿Estás tratando de atrapar un resfriado? —Jeno lo sacó de la ducha y lo envolvió en una manta. Lo llevó a la cama y lo acostó antes de secarlo. —Esa agua estaba helada.

No había olvidado cómo se había frotado contra Jeno, en la habitación de Haechan. Quería hacerlo de nuevo, solo quería a Jeno desnudo, también. Le agarró los bíceps, acercándolo a él, apretando los dientes.

—¿Qué me has hecho?

—Fue mi oso. —Jeno retrocedió y se sentó en la cama. —Él se hizo cargo y te persiguió, cuando descubrí que eras mi compañero.

—¿Tú qué? —Apenas escuchaba, mientras Jeno le explicaba lo que era un compañero. Estaba demasiado ocupado mirando los gruesos brazos de este, su amplio pecho, los labios que parecían lo suficientemente buenos para besar, y Dios, deseaba que Jeno estuviera desnudo para poder ver la polla del hombre.

Jeno (Nomin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora