III

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Podía oír los gritos graves y fuertes de mis padres contra Camila... apreté mis puños a mis costados para evitar salir corriendo y gritar en su defensa. ¿Pero que podía decir yo en realidad? Sería silenciado, eso está por seguro.

La cabeza me daba vueltas, mi mente iba y venía en lo que estaba ocurriendo debajo de mis pies ¿Cuál era el coraje hacía Camila? ¿El amor que ella confesó por eso chico? No lo comprendo ¿Que hay de malo en amar a alguien? Tampoco lo entiendo.

—¡Él me ama! ¡No lo entienden! ¡Él lo hace! — La voz de Camila resonó en la casa, estaba llorando y eso me desgarró.

—¡Ese no es de tu clase! ¡No te permitiré que te mezcles así, Camila! ¡Todo lo que hemos trabajado para te metas con ese! — Sin ver, podía imaginarme a mi madre acusando con su dedo y su uña larga hacía ella o cualquier punto de la casa, era molesto cuando lo hacía.

Por otro lado, sus palabras retumbaron haciéndome desenfocar de lo demás que gritaban ¿Clase? ¿Y quién dice que nosotros la tenemos? Tener dinero no te hace de clase, aunque si la vida más fácil.

Tener dinero y un "apellido" importante solo había hecho que la gente me repudiará sin conocerme, que se acercarán con colmillo a mí, apariencia tan solo.

Los pasos fuertes y el azote de la puerta me saco de estos pensamientos estúpidos. No sabía si debía ir a ella, tal vez quería estar sola, tal vez quería un abrazo, tal vez no quería a nadie, más que su amado, estaba asustado de lo que pufiese suceder, a Camila se le notaba ya, el retoño en su vientre lo cual fue la causa para que mis papás explotarán el día de hoy...

¿Y si yo hablaba con ellos? No lo sé, me sentía entre la espada y la pared porque como siempre la relación con mis papás no era la mejor. Desde el golpe que le di al insoportable de Daniel la mirada de mi padre cambio, no había pasado mucho desde que le había rotó la nariz a Andrés, estaba todo, casi en orden hasta que esté tipo... no puedo evitar llenarme de rabia de nuevo, yo no puedo evitarlo... y a nadie le importa mucho excepto a Camila, ella es la única que me dice que hacer, me dice que me calme e incluso en estos últimos casi siete meses me metió a un curso de manejo de ira, cosa que debería estar haciendo mi mamá, pero no lo hace y no quiero pensar en la razón de su negativa porque se me calienta más la cabeza.

Las prácticas y pláticas me han servido, si. Mi excusa es que voy a jugar con Calderón, ahora soy un vago que solo sale a jugar pero no importa en estos momentos, es una de las lecciones, 'olvidar los malos comentarios'... sin embargo cuando vean que soy mejor podrán estar orgullosos... al fin, tal vez, no lo sé.

Me han dado una pelota para el estrés, me reí al principio y dije que 'es solo una estúpida pelota' pero me ha ayudado muchas veces, de echo ahora la estoy presionando constantemente.

Me arme de valor y salí de mi habitación con sigilo, toque su puerta dos veces, toques suaves y pidiendo permiso, escuché su voz y entre. Ella estaba en el suelo, recargada contraw el pie de su cama, su rostro entre sus manos y tenía las rodillas en el pecho, ella me ha ayudado tanto que lo mejor que puedo hacer es devolver el favor de alguna manera, me senté a su lado sin decir nada, tenía la pelota en una mano y la otra la coloqué sobre su rodilla.

—No estás sola.— Dije con firmeza.

Camila me lo dijo cuando me llevó a la puerta de la terapeuta, su mano estaba en mi hombro y la miré a los ojos, ella lo decía en verdad, presionó mi hombro y sonrió. No estoy solo, no lo estamos.

—Te tengo a ti.— Me miró con sus ojos inchados y húmedos, apreté la pelota más rápido.

—Si, pero no solo a mí, también a Alejandro.— Sonreí y mi hermana se iluminó al escuchar su nombre.

-Me siento solo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora