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"Perdón por haceros esperar, estaba entrenando."

"No puedo, tengo entreno."

"Mi entrenador no me deja comer eso esta semana."

"Tengo que ir a entrenar ¿Vienes a verme? ¿No? Vale."

"No voy, tengo que descansar para la competición."

——-

-¡Ugh! ¡Harry! Estamos hartos de ti.—exclamó Amy—¡Siempre pones de excusa tus entrenos!

-Oh, disculpe señorita voy a dejar de entrenar solo por usted.- cuchicheó Harry, sarcástico.

-Tiene razón Amy. Harry,somos tus amigos y te queremos pero rebajas todo al atletismo.- añadió Alan.

El ojiverde se levantó bruscamente de la silla.

-¡Si tanto os molesta, pues dejar de ser mis amigos!— gritó — que os den.

Estaba claro que Harry además de ser rápido tenía un carácter fuerte, y sobretodo cuando se trataba de su carrera como atleta.

Me siento estúpido. Pensó.

El dolor que le producía no ser el mejor podía parecer avaricia, pero era mucho más que eso. Harry era la persona más cabezota del universo, si quería algo, lo conseguía a toda costa.

Y su objetivo desde hace 4 años había sido siempre el mismo. Llegar a ser el mejor de su país, para después ser el mejor del mundo.

Con sangre,sudor y lágrimas consiguió clasificarse en el campeonato nacional en Noviembre. Y estaban a mediados de Octubre, así que tenía todavía medio mes para entrenar a fondo.

Llevaba 6 años en el atletismo y siempre había tenido el mismo entrenador. Eiden Tomlinson, un licenciado en arquitectura que se había dedicado al mundo del deporte.

Harry llegó a casa, saludo rápidamente a su madre y se tumbó en la cama.

-La vida es una mierda.- se quejó. Dejó escapar una risa tonta y pegó un grito a la almohada.

Harry era...peculiar. Jamás hablaba con nadie más que no
fueran Amy o Alan. Y de pequeño se había escapado de casa una cuatro veces. Era terrible con las ciencias y siempre había sido el gracioso de la clase.

Sus delicados rulos y sonrisa perfecta tenían espacio en el corazón de todas las chicas del instituto. Pero digamos que no le gustaba ninguna de ellas... "ellas" era la palabra clave.

Harry decidió llamar a su entrenador.
Así que agarro su teléfono y marco el numero.

Pip... Pip... Pip... ¡Clink!

-¿Eiden? Te quería preguntar si esta segura la fecha de

-No soy Eiden, lo siento.- le cortó una
voz joven desde el otro lado de la línea.- Mi padre está muy enfermo, te quería decir que no va a poder entrenarte.

El ánimo de Harry se vino abajo. Sin entrenador, no podía entrenar. Y sin entrenar, adiós a ser el mejor del país.

-Joder, que se mejore. Estoy fastidiado.- el ojiverde trató de esconder su rabia.- No sabía que tenía un hijo.

-Pues lo tiene, soy Louis. Y me parece que no estás tan fastidiado.

-¿Mhh?

-Estoy estudiando deporte, mi padre me a encargado ser tu... ¿entrenador?

-No necesito entrenador ninguno.—mintió.

-Eso habrá que verlo, estoy fuera de tu casa.

-¿Cómo?

Piiip. La línea se cortó.

"Estoy fuera de tu casa". ¿Sería eso una frase motivadora o algo así? Pues no. El timbre resonó por toda la casa y Harry se apresuró a bajar.

Anne, la madre del chico, abrió la puerta.

-¡Anda! Louis, hace cuánto no te veía.- sonrió Anne.- Pasa... ¡Harry que haces tirado en el suelo!

Harry estaba tumbado al final de las escaleras con un moratón en el brazo.

-¡Me caí!- rió, levantándose.

-¿Tantas ganas tenías de conocerme?- bromeó el chico de la puerta.

Louis no era para nada como Harry se lo había imaginado. Sobretodo porque alguien como Lou era difícil de imaginar, sin duda superaba sus expectativas.

Atleta - L&HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora