Herido

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Los siguientes días pasaron rápido para Izuku, el cual comprobó con satisfacción que no tenía ningún tipo de sentimientos amorosos hacia el rubio y que su pequeño encontronazo durante la pelea con S, habían sido sus hormonas jugándole una mala pasada. Midoryia no podía negar que Bakugou le intrigaba pero se consolaba diciéndose que era por mera curiosida, ya que, debajo del carácter explosivo del rubio, había una mente inteligente y calmada y presentaba, contra todo pronóstico, empatía.

Esto último era lo que tanto le extrañaba; los psicópatas carecían de ella, lo que significaba que Bakugou no era uno de ellos. Sin embargo, Izuku prefería creer que era un despiadado psicópata a siquiera plantearse la posibilidad de que hubiera matado a una persona aún siendo consciente de su sufrimiento. Sin saber por qué, el hecho de que el rubio fuera un demente le dolía más de lo que le gustaría admitir.

Un suspiro salió de sus labios mientras avanzaba por los grises pasillos de la cárcel, encaminándose al baño. Estaba tan sumido en sus pensamientos que no se percató de la presencia de un preso que avanzaba hacia él hasta que fue demasiado tarde y se encontró con la mejilla pegada a la pared y sus manos fuértemente agarradas contra su espalda baja.

-¿Pero qué tenemos aquí?

Izuku movió todo lo que pudo su cabeza, intentando enfocar sus ojos, mareado por el impacto. Cuando fue capaz de distinguir quién estaba sujetándole, se dió cuenta de que era uno de los presos más desagradables de la prisión, condenado por múltiples violaciones y agresiones a menores.

-No te preocupes, no haré nada que no quieras.

El preso susurraba contra el cuello de Izuku mientras lo recorría con su lengua, para disgusto del peliverde, el cual empezó a forcejear, intentando librarse del agarre sin suerte.

-Apártate de mi pedófilo de mierda-gruño Midoryia mientras empujaba su hombro derecho con fuerza hacia atrás, alcanzando la nariz del preso, haciendo que éste soltara un quejido ahogado, aflojando por un momento el agarre en las manos del contrario, el cual aprovechó para soltarse.

Ambos se miraron a los ojos, el peliverde disfrutando de la sangre que emanaba de la naríz del preso. Éste último, enfurecido por la media sonrisa del contrario, cargó contra él, puños por delante. Izuku reaccionó, esquivando el puñetazo dirigido hacia su estómago y devolviendo uno a su vez a la cara del preso, el cual no pudo esquivarlo y cayó de rodillas al suelo. El peliverde, dando la pelea por concluida y cansado de tener que ver a esa repugnante persona, se dió la vuelta y caminó hacia los baños.

Se dió cuenta demasiado tarde de que el preso había sacado un cristal del dobladillo de su camisa y corría hacia él a toda velocidad. No tardó mucho en notar el borde afilado contra su cuello y un hilillo de sangre que se resbalaba hacia su clavícula, debido a la presión ejercida con el cristal.

-¿No te ha enseñado tu mami a cubrirte la espalda, niñato?

Izuku recorrió su alrededor con la mirada; se encontraban en el pasillo que conducia a los baños, el cual estaba en la zona vieja de la cárcel, lugar al que nadie iba a excepción del él, ya que odiaba encontrarse con sus compañeros al ir al baño. Maldijo en silencio al darse cuenta de que estaba perdido. Podría ganar fácilmente una pelea contra ese asqueroso que lo sostenía pero un arma lo cambiaba todo. Él no solía llevar la suya a excepción de cuando patrullaba y hoy no era uno de esos días.

Intentó mantener la calma cuando notó unos labios sobre su nuca y una mano que se deslizaba por su uniforme, intentando pensar en una manera de librarse de esa pesadilla sin salir herido. Este estado de deliberación fue interrumpido por una gran ira cuando la mano del contrario se metió debajo del pantalon y rozó su entrada. Los ojos de Izuku se volvieron negros y arremetió contra el preso, el cual no dudó en usar el cristal que portaba, dejando un profundo corte en la espalda del peliverde, el cual consiguió a duras penas que no le rebanase el cuello.

Sin poder contener su furia, el pecoso arremetió contra su oponente, destrozándole la cara a puñetazos y sonriendo como un loco al ver la sangre del preso tintar sus nudillos de color rojo. Éste último, reaccionando a duras penas debido a los constantes puñetazos, movió su muñeca, cortando el pecho de Izuku en varias zonas de las cuales comenzó a gotear sangre.

Mareado por el dolor, Izuku se tambaleó hacia atrás, incapaz de sostener su peso por más tiempo. Sus ojos se cerraron, esperando el impacto pero los abrió con sorpresa al notar una calidez que lo envolvía por la espalda. Desorientado como estaba, el peliverde pensó que había muerto pero al volver su cabeza, se encontró con unos ojos rojizos que brillaban en la tenue luz que iluminaba el pasillo, fulminando con la mirada a aquel que había herido al pecoso.

Izuku cerró los ojos, agotado, cuando aquella calidez que lo envolvía fue reemplazada por la dura y fría pared. Sus oídos pudieron captar voces enfurecidas y golpes desagradables. Midoryia luchaba por mantener la consciencia mientras notaba la piel arder en los lugares que aquel loco había cortado y su uniforme adherirse a su piel debido a la sangre que todavía salía de sus heridas.

-Izuku

Ese susurro cargado de desesperación logró abrir sus ojos, los cuales se centraron en otros color carmesí que dejaron de mirarlo para examinarle las heridas.

-Joder Izuku, estás sangrando mucho, necesitas ayuda. ¿Puedes levantarte?

El herido miraba sin comprender los labios de Bakugou, incapaz de escuchar lo que decía debido al pitido en sus oidos.

Katsuki lo miraba, preocupado, sintiendo como la furia, la preocupación y el miedo se instauraban en su pecho. El hecho de que no hubiera suficiente luz como para evaluar las heridas del peliverde le tenía hecho una furia.

-Escuchame. Necesito llevarte al baño para ver tus heridas. La enfermería está demasiado lejos por lo que debo asegurarme de que no tengas ninguna que haga que te desangres.

Dicho esto, el rubio cogió en brazos a Midoryia, el cual recostó la cabeza contra el pecho del contrario, demasiado cansado como para hablar o resistirse.

Cuando llegaron al baño, Katsuki dejó con cuidado a Izuku en el mueble donde estaban los lavabos.

-Te voy a quitar la camisa para ver tus heridas, ¿vale?

El peliverde asintió y dejó que las cálidas manos ajenas le despojaran de su camisa, dejando sus marcados abdominales al aire. Mientras el rubio limpiaba y cubría lo mejor que podía sus heridas, Midoryia dejó caer la cabeza contra el cuello de Bakugou, el cual se estremeció al notar la tenue respiración del herido en su oreja. Un gemido de dolor salió de la boca de Izuku, alertando al de ojos carmesí, el cual acarició brévemente el cabello verdoso.

-No te preocupes, ya casi he terminado. Sólo me queda el corte que tienes en la espalda pero para que pueda limpiarlo y cortar la hemorragia, tienes que darte la vuelta.

Izuku levantó a regañadientes la cabeza del hombro contrario, dándose la vuelta y viendo el reflejo en el espejo del rubio, el cual estaba concentrado en la herida, frunciendo lévemente el ceño.

-Ya estás listo. Ahora debo llevarte a la enfermería, has perdido mucha sangre y necesitas descansar y que te traten mejor estas heridas.

El pecoso se dió la vuelta, poniéndose de cara a su salvador, el cual observaba la herida de su cuello y se disponía a limpiarla, enviando descargas eléctricas por todo su cuerpo. Cuando terminó de tratar la herida, Bakugou no pudo resistirse y colocó una mano en la suave mejilla de Izuku, el cual cerró los ojos y la presionó aún más contra la cálida mano del rubio, el cual esbozó media sonrisa.

Las rodillas de Midoryia fallaron por el agotamiento y el dolor, obligando a Katsuki a cogerlo en brazos una vez más, llevándolo a la enfermería. Izuku no pudo luchar más tiempo contra la pesadez de sus párpados y cuerpo, sumiéndose en la inconsciencia rodeado de ese calor tan reconfortante que lo rodeaba.

Hasta el final (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora