Asesino

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-Genial-resopla Izuku-otro psicópata para la colección.

-No sé de qué te quejas tanto, he oido que es muy apuesto-contesta Denki dándole un codazo.

Izuku lo mira divertido y le devuelve el codazo

-Si, si, lo que tú digas Pikachu

-Veo que te has picado-contesta el rubio, molesto-pero vuelve al trabajo, el nuevo preso está al llegar y te toca a ti escortarlo hasta su celda.

Izuku pone los ojos en blanco y despidiéndose de su compañero, se encamina hacia la entrada, donde se supone que entrará el apuesto psicópata del que todos hablan. Justo cuando llega, la enorme puerta de barrotes se abre y entra Kirishima, acompañado de un hombre alto, de pelo rubio, mùsculos marcados y ojos rojos como el fuego, los cuales inspeccionan todo a su paso hasta pararse en Midoryia, quien le sostiene la mirada.

-Hey Kiri-saluda Izuku.

-Ahh, hola midobro. Supongo que tú serás el encargado de llevar a 566 a su nueva celda.

Al oir el número que se le ha asignado, Bakugou resopla y sus ojos se centran en los de Midoryia, quien le evalúa silenciosamente.

-Sí Kiri, yo me encargo.

Dicho esto, Izuku agarra al preso del hombro y lo conduce brúscamente a lo largo del pasillo principal de la prisión. Mientras avanzan, todos los presos se asoman por los barrotes de sus respectivas celdas y empiezan a gritar todo tipo de groserías a Bakugou, el cual levanta la cabeza y sonríe con suficiencia, aumentando aún más los gritos dirigidos hacia él.

-No durarás ni dos días aquí dentro si te comportas así.

Bakugou mira a Midoryia con una leve sonrisa dibujada en sus labios y continúa caminando. Después de un par de minutos, el peliverde se detiene, abre una celda e indica a Bakugou que entre con una leve inclinación de cabeza. El rubio obedece y una vez dentro, extiende sus manos encadenadas hacia el policía, ladeando la cabeza. Con un suspiro, Izuku desencadena las manos del muchacho, el cual se restriega las dolorosas marcas rojas en sus muñecas, mirando fíjamente los callos que el peliverde tiene en sus nudillos.

-Supongo que en esta prisión los policías son igual de agresivos que los presos-rie Bakugou

Midoryia sigue su mirada hasta sus nudillos, comprendiendo a lo que se refiere el preso.

-En efecto, no vas a durar ni un segundo en esta cárcel-contesta el policía, molesto.

-Espero que el gran Izuku pueda velar por mi seguridad.

Midoryia se congela al escuchar su nombre.

-No recuerdo haberte dicho cómo me llamo.

-No lo has hecho-rió Katsuki y acto seguido, se acomodó en la litera de arriba, cuya pared estaba adornada con fotos de un hombre calvo y fornido con distinta gente y lugares.

Izuku seguía parado, mirando al rubio e incapaz de articular palabra. Estaba totálmente seguro de que nadie le había llamado por su nombre. Kirishima se había referido a él como "Midobro" pero eso no explicaba por qué ese hombre sabía su nombre. Solo había una respuesta racional; aquel hombre lo sabía incluso antes de ingresar en prisión. Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se dió cuenta de que había estado mirando a Katsuki fíjamente.

-¿Qué te pasa? ¿Acaso quieres que te invite a mi cama?-preguntó Bakugou divertido.

-Lo siento, no me acuesto con asesinos-respondió sécamente saliendo de la celda y cerrando la puerta detrás de sí con un fuerte portazo.

-Una última cosa-le llamó Katsuki-¿se supone que tengo que compartir celda?

-En efecto-Los ojos verdosos son atravesados por la malicia-yo que tú me quitaría de esa cama, es la suya.

Midoryia se va y Bakugou se queda tumbado, inspeccionando las fotos colgadas en la pared y preguntándose si su compañero volvería pronto. Apenas transcurrieron 5 minutos cuando el mismo calvo de las fotos apareció en la puerta de la celda, apretando los puños y mirando fíjamente al hombre tumbado en su cama.

-Baja de ahí ahora mismo-exige

-¿Es este el recibimiento que vas a darle a tu compañero de celda?-se queja Katsuki

-Creo que no me has oído bie-

-Te he oido perféctamente y no, no pienso bajarme de aquí. La litera de abajo tiene mucha humedad y no me fìo lo suficiente de esta estructura de mierda para soportar tu peso. Comprenderás que no quiero morir aplastado.

Como respuesta a sus insinuaciones, el hombre se dispuso a cargar contra Katsuki, el cual, con un rápido movimiento de muñeca, paró el puñetazo que amenazaba con machacar su cara y retorció muñeca opuesta hasta que escuchó un desagradable chasquido y el calvo cayó al suelo, retorciéndose de dolor y gritando.

Katsuki resopló, se acomodó en la cama y se dispuso a ojear una revista que el otro preso tenía sobre la cama, esperando a que vinieran los policías.

La imagen del peliverde pasó por la mente de Katsuki, el cual esbozó una media sonrisa y rezó para que fuera él el que viniera a poner orden.

Hasta el final (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora