Verdad descubierta

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Sus ojos se abrieron lentamente, acostumbrándose a la tenue luz que iluminaba la habitación. El peliverde gruñó al intentar incorporarse; todo su cuerpo dolía y sentía que su cabeza iba a explotar de un momento a otro, al igual que su estómago, el cual estaba revuelto y amenazaba con expulsar todo su contenido. Se pellizcó el puente de la nariz con el pulgar y el dedo índice, en un intento de disminuir el dolor de cabeza que tenía y ordenar sus pensamientos.

Todavía atontado, lo único en lo que podía pensar era que debía de salir de ahí lo antes posible. Con este pensamiento en la cabeza, Izuku hizo un esfuerzo por levantarse, ignorando el dolor de su cuerpo y las ganas de vomitar y, apoyándose en lo que encontraba en su camino, avanzó hasta la puerta de la habitación.

Sus oídos empezaron a pitar y su vista a llenarse de manchas negras que le impedían ver, haciéndole tropezar contra algún mueble que no pudo identificar pero del que se valió para sujetarse y continuar avanzando. Sentía el cuerpo pesado y las piernas débiles, las cuales daban pasos cortos y vacilantes hacia la puerta mientras su cabeza palpitaba y el miedo y la desesperación aprisionaban su pecho.

Justo cuando estaba a punto de llegar a la puerta, sus piernas fallaron. Midoryia no encontró nada a lo que poder agarrarse y cerró los ojos, esperando al impacto que fue sustituido por unos brazos que lo sostenían.

Confuso y mareado, el pecoso solo acertó a ver una cabellera rubia antes de desmayarse.

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Cuando volvió a despertar, su cuerpo seguía dolorido pero el dolor de cabeza había desaparecido junto con las ganas de vomitar. Se incorporó rápidamente y miró a su alrededor, notando que la habitación era distinta a la que se había despertado anteriormente.

Era mucho más grande y lujosa, de tonalidades blancas, grises y negras, lo que daba a la vez profundidad y luz a la estancia. La cama en la que se encontraba tumbado era enorme, con un edredón negro y detalles verdes. A los dos lados de la cama había unas elegantes mesillas de noche pero únicamente la que estaba en el lado opuesto al suyo se encontraba ocupada con libros, una lámpara y un móvil que no paraba de vibrar, lo cual le estaba poniendo nervioso al pecoso.

Bajó de la cama, notando una agradable alfombra a sus pies y continuó inspeccionando la habitación y su impresionante decoración. Se acercó al armario, cuyas puertas eran de cristal y lo abrió sin titubear. Dentro encontró cientos de trajes, corbatas, pantalones y camisas de las mejores telas, las cuales pertenecían sin lugar a duda a un hombre con buen sentido de la moda.

Cerrando la puerta, Izuku siguió recorriendo la habitación hasta toparse con una puerta cerrada tras la cual se oía ruido de agua. Cansado de la situación en la que se encontraba, Midoryia decidió abrir la puerta, entrando a un baño enorme, lleno de vapor, en el cual había una bañera llenándose de agua caliente. Como estaba casi llena, se dispuso a cerrar el grifo, ya que odiaba que se derrochara agua.

Desinteresado y con prisa de salir de esa pesadilla, el peliverde se fue a dar la vuelta para buscar la salida cuando se chocó contra algo duro, lo que le hizo perder el equilibrio y se hubiera caído de culo si no fuera por un brazo que lo agarró por el brazo.

Cuando levantó la cabeza, se encontró con unos ojos rubíes que le observaban detenidamente. Sin pensárselo dos veces, Izuku apartó de un manotazo la mano que le sostenía y se dispuso a pegar un puñetazo dirigido hacia la mandíbula del más alto, el cual interpuso su antebrazo que absorbió el impacto y evitó que el golpe causara gran daño.

Midoryia bufó, indignado y retiró su puño, cruzándose de brazos.

- ¿Dónde coño estoy?- inquirió.

Hasta el final (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora