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Pasados unos días, la nube de periodistas fue disminuyendo. Pero el calvario de Jungkook cada vez que salía de su casa era tremendo. Continuas y repetitivas preguntas en referencia a Park Jimin podían con su humor y su paciencia. Le perseguían allá donde fuera y apenas podía moverse. De pronto, de ser una persona anónima pasó a ser una persona agobiada por la prensa y observado por todos en su pueblo. Sus compañeros de base, a pesar de lo sorprendidos que se quedaron con la noticia de que Park Jimin era aquel morenito dicharachero y simpático, le ayudaron todo lo que pudieron demostrándole una vez más que eran una prolongación de su familia.

Jungkook siempre había sabido que sus compañeros estaban hechos de una pasta especial, pero sentir su apoyo y discreción en aquellos momentos fue maravilloso. Pero finalmente, agobiado por todo, tomó una decisión que comunicó a su familia un sábado mientras comían todos juntos un sabroso cocido.

—¡¿Qué te vas a Irak pasado mañana?! —preguntó su padre al escucharle.

—Sí papá. Hace unos días se solicitaron voluntarios y me presenté.

—¡¿Cómo?! —murmuró Momo al escucharle.

Durante aquellos días había intentado hablar con él, pero Jungkook no quería saber nada de lo ocurrido. Era hermético en referencia a sus sentimientos y toda la familia lo estaba pasando fatal.

—Momo, necesito alejarme de todo este circo o me voy a volver loco, Allí, en Irak, nadie me perseguirá.

—Pero Jungkook, ya estuviste en Argelia el año pasado — protestó Sana

—¿Y...? —preguntó molesto por tener que dar tantas explicaciones.

—¡Copón bendito! —gritó el abuelo Goyo al escuchar aquello—. Pero Kookie, hermoso, ¿es que buscas que te maten? Esa zona no es un lugar seguro. En las noticias dicen cosas terribles. ¿Cómo vas a ir allí?

Todos, incluido Jungkook, sabían que lo que el abuelo decía era cierto. Irak, Afganistán, toda aquella zona, no eran lugares donde uno pudiera relajarse. Pero consciente de lo que iba a hacer aclaró:

—Será poco tiempo. No te preocupes abuelo, estaré bien.

—¿Pero tú estás loco? —gritó Jihyo soltando la cuchara—. Allí no te perseguirán periodistas, pero si terroristas y...

—Por favor Jungkook no vayas —suplicó Sana temerosa.

Momo, al ver el drama que sus hermanas estaban montando, las miró y aun entendiéndolas apoyó a su hermano.

—Joder... ¿Qué os pasa? Ni que fuera la primera vez que Jungkook se va por esos mundos. Él sabe cuidarse y no hay de qué preocuparse ¿verdad?

Al escucharla, éste sonrió y asintió.

—Tú lo has dicho. No hay que preocuparse.

Como era de esperar, Jihyo comenzó a lloriquear.

Desde que había pasado lo del actor americano su hermano no levantaba cabeza. El enfado y el mal humor se habían apoderado de él, era patente. Hesung, al ver que su otra hija, Sana comenzaba a llorar también fue a decir algo pero esta se le adelantó.

—Vale... no me preocuparé. Pero no te enfades conmigo, porque mis hormonas aún están atorrijadas y no puedo dejar de moquear como un mastín.

Aquello les hizo sonreír a todos, en especial a Jungkook que se levantó y le dio un beso. Hesung, al ver el detalle de su hijo, intentó, a pesar de su preocupación, tomar las riendas del asunto y aportar positividad al momento.

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