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El sábado, Minnie se fue de compras con Sana a Guadalajara. Al principio no estaba de humor por lo ocurrido la noche anterior. Las duras palabras de Jungkook aún resonaban en su mente. Pero estar con Sana y sentir su positividad lo aliviaba. Minnie, gracias al tiempo que pasaron juntos en unos grandes almacenes, descubrió que a la joven le gustaba la fotografía. —Es mi pasión ¿Has visto que pedazo de cámara réflex?—Sí... enorme —murmuró mirándola. —¡Es la caña! Cuando nazca el búho y comience a trabajar, lo primero que voy a hacer es comprarme un bicharraco de estos. La cámara que yo tengo ya está obsoleta, pero la mimo hasta que tenga una nueva —rio Sana con aquello entre las manos. Minnie quiso decirle que odiaba aquellas cámaras de grandes objetivos. Demasiado como aquellas que lo seguían a donde fuera y en cierto modo lo ponían nervioso. Pero calló.

Unas horas después, tras comprar varias cosas para el bebé, entraron en un par de tiendas de discos y Minnie se alegró al encontrar varios de los CD que buscaba. En especial la banda sonora de la película Cadillac Records. Allí estaba la canción At last cantada por Beyoncé. Una canción que le encantaba y que le hubiera gustado escuchar con Jungkook, aunque tras lo ocurrido era de lo más improbable.

Pero aun así lo compró, y por la tarde tras un buen día de compras con Sana, regresó más contenta al parador. El domingo llegó y ninguno se llamó por teléfono. Jungkook libre aquel fin de semana pero ofuscado por lo ocurrido y en cierto modo molesto por cómo le había hablado a Minnie, decidió salir con sus amigos de joda y olvidarse de él. Pero no lo consiguió. Era ver un muchacho moreno andando por Sigüenza y los ojos se le iban detrás. Nam, que sabía lo que había pasado porque Jihyo se lo había contado a su mujer, intentó hablar con él, pero Jungkook se cerró en banda. No quería hablar de lo ocurrido. Al anochecer, Any apareció con la explosiva de Lisa y decidieron ir a tomar algo los cuatro por el casco viejo de Sigüenza. Minnie, a cada segundo que pasaba, más se arrepentía de lo ocurrido. ¿Cómo era posible que hubieran acabado discutiendo de esa manera? Miró su móvil cientos de veces. Pensó en llamarle, en enviarle un mensaje, pero al final se achantó. El nunca había ido tras un hombre y, por supuesto, esta no iba a ser la primera vez, y más aún cuando el muy idiota la había humillado con lo de Taemin y su nivel. Entristecido porque no lo llamaba, el domingo por la tarde miraba por la ventana cuando Jin llamó a la puerta.

—¿Sigues igual Cariño? Peor —gruñó molesto. En su cabeza retumbaban las cosas que Jungkook le había dicho y cada vez se enfado más.

—A ver, ¿por qué tienes ahora esa cara de pequinés? —Minnie no respondió y él prosiguió—: Que yo sepa, por lo que tú me has contado, fuiste tú el que decidiste regresar al castillo. Él no te echó de su house. Por lo tanto, you and only you tienes la culpa de todo lo ocurrido. —¿Por qué te pones de su parte? —refunfuño enfadado. —Ponte en su lugar, King. Tú fuiste el que huyó de su casa. —Y él me dijo cosas terribles. —Sí... de eso no hay duda cuchita, pero te aconsejo que le llames por teléfono. No dejes para tomorrow lo que puedas hacer today... recuérdalo. Ese tipo de macho man, no se fabrica en los United States, y no puedes marcharte sin darte un homenaje al body, si el susodicho te lo pide. Saber que tenía razón era lo que más lo jorobaba, pero las duras palabras de él aún resonaban en sus oídos. No... no lo llamaría. Sentándose en una silla al lado de la ventana, se encendió un cigarrillo.

—No sé qué me pasó, Jin. Yo quería quedarme con él y tener una estupenda noche de sexo, pero... pero un extraño miedo me atenazó y... y... —Y cuando él no te trató como el divino de Park Jimin tú... —No venían a cuento sus comentarios —protestó Minnie.

—Mira King —suspiró su primo—. Te conozco. Sé que sus palabras no te gustaron, pero también sé que lo que más te molestó fue eso de que había bajado su nivel para estar contigo, ¿verdad? Recordar aquello lo hizo sentir inseguro. Realmente el no se podía comparar con Lisa. La encargada del parador era exuberante, alta y de grandes pechos. Minnie sabía que su cuerpo era proporcionado y sensual, se lo había currado con gimnasia y dietas, pero no poseía ni su altura ni sus atributos. Siempre se había negado a pasar por el quirófano a pesar de que su padre se lo había sugerido en múltiples ocasiones. Y ahora, por primera vez en su vida, se estaba arrepintiendo.

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