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Cuando regresó a su hogar en Los Angeles, Jimin estaba destrozado. Haber perdido a Jungkook era lo más dramático que le había ocurrido después de la muerte de su madre y de su abuela y cuando escuchó el mensaje que él le había dejado en su móvil, creyó morir. No quería a salir de su casa. Solo quería llorar y compadecerse de sí misma. Su glamurosa vida lo ahogaba y nadie parecía darse cuenta de ello a excepción de Jin y alguno de sus amigos. Tres días después y mientras preparaba su maleta para viajar a Tokio junto con todo el equipo de la película Brigada 42, aparecieron su padre y su mujer en su casa.

La bronca que mantuvo con ellos fue monumental, histórica. Eran incapaces de tener un ápice de humanidad ante los sentimientos de el. Se limitaron a reprocharle su inadecuado comportamiento mientras su padre mandaba notas a la prensa para intentar explicar su boda años atrás.

Finalmente, cansada de escucharles, Jimin tomó una decisión: les echó de su casa. Lo que menos les importaba a su padre y a aquella odiosa mujer era cómo se encontraba el. Su padre se marchó muy ofendido. Su hijo estaba tan loco como su difunta mujer y su comportamiento, día a día, así lo manifestaba.

Como siempre contó con Jin, su amiga Salma y pocos más. Aquellos fueron quienes se preocuparon de que comiera, durmiera y se marchara de viaje a Tokio. Un cambio do aires y distracción era lo que necesitaba.

Una de las mañanas, tras haber regresado de su viaje, el joven Park Jimin, en la preciosa suite de su casa do Bel Air se probaba varios conjuntos de noche. La gran gala de los Oscar se acercaba y tenía que decidir que llevaría.

Hacia mes y medio que había regresado do España y su vida aun estaba patas arriba.

—Uis my love el traje de Elie Saab está hecho para ti.

—No me convence —suspiró el mirándose en el espejo.

Veinte minutos después Jin volvió a la carga.

—Por el amor de my life ese Dolce & Gabbana te queda de infarto.

Minnie se miró al espejo. Aquel Traje de pedrería negra y corte sirena realzaba su figura pero tampoco le emocionaba. Quitándoselo se sentó sobre la cama, cogió una galleta Oreo y su primo murmuró:

—My love, tienes que cambiar tu actitud. ¡Para de comer! —gritó quitándole la galleta—. De nada sirve que continúes así. ¿No vez que lo único que haces es sufrir?

—No puedo hacer otra cosa —murmuró arrancándole la galleta con gesto hosco.

—Sí... si puedes, mueve tu lindo trasero y ve a buscar al Xman.

Durante todo aquel tiempo Minnie había pensado mil veces en coger un avión e ir en busca de la persona que más quería en el mundo, pero el miedo lo atenazaba y le recordaba que el no sería más que un problema para él.

Días atrás Momo la había llamado por teléfono y le había explicado lo que Nam le había relatado y le reveló también la verdad sobre cómo las fotos y la noticia llegaron a todas las redacciones. Escuchar aquel relato consiguió que el corazón le latiera a mil. Saber que Jungkook aún sentía algo por el lo hizo irremediablemente feliz.

Pero tras analizar la situación y darse cuenta de que él no había movido ni un dedo para ir a verlo, se desmoralizó.

Estaba cansado de ser el quien siempre fuera tras él.

Quizá lo quisiera, pero no lo suficiente como para tragarse su orgullo herido e intentar solucionar el problema.

—Toma, pruébate este Calvin Klein, es precioso.

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