Capítulo 50

166 22 1
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Un día despiertas y te das cuenta de que todo es tal y como lo dicen: Todo lo que siembras cosechas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Un día despiertas y te das cuenta de que todo es tal y como lo dicen: Todo lo que siembras cosechas.

Desperté en un cuarto de hospital, vi a mi alrededor y me encontré con una habitación blanca, un arreglo de globos era la única decoración en ella. Aún así por muy coloridos que fueran se sentía fría y vacía. Intenté levantarme, pero mis manos y mis pies atados a la cama lo impedían.

Las lágrimas comenzaron a recorrer mojando mis orejas. Tenía muy claro lo que había sucedido, recordaba lo que había sucedido con Tito y mucho más, lloré al percatarme que mi bebé ya no estaba, en ese momento no pude contenerme más y un grito emergió de lo más profundo de mi ser. No sabía cómo había llegado allí, lo último que venía a mi memoria era a mis padres corriendo detrás.

—Todo está bien, tranquila —decía una enfermera.

Había llegado como una respuesta de auxilio a mi llanto.

—¿En dónde está mi bebé? —pregunté angustiada.

Sentía como si algo me mataba por dentro.

—Está en una incubadora —respondió mientras inyectaba algo a la bolsa de suero que se conectaba a mi cuerpo gracias al equipo venoclisis —no sé por qué recordaba el nombre justo en ese preciso momento, o quizás ni siquiera ese era el nombre—. Recordarlo me dio tranquilidad, o quizás fue lo que la enfermera inyectó—, sus padres están afuera, les voy a decir que pasen —comentó saliendo de la habitación.

Aún sentía como mis lágrimas seguían brotando y empapando mis orejas, así como la pulsación en mi corazón por la agonía de no saber qué era lo que había sucedido. Aún tenía cinco meses, no era posible que dijera que mi bebé estaba en la incubadora.

—Raisa —dijo mi mamá.

Sus ojos estaban vidriosos y tenía unas ojeras muy marcadas.

—¿En dónde está? —pregunté.

Necesitaba una respuesta.

Vi entrar a mi papá también, pero no tenía fuerzas para discutir sobre eso.

Entre 2 billones de GalaxiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora