Ella estaba destinada a ser la nueva Regente de la República, pero la traicionaron, ahora no se detendrá hasta tener su venganza.
En un lugar en el fin del mundo, una nueva civilización se ha alzado, y Elektra, una joven de 16 años, es la próxima Re...
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CAPITULO II
Elektra se apresuró a entrar a la mansión, procurando estirar su vestido, aunque sabía que no había nada que pudiese hacer por él, las manchas de agua de los esparcidores y la tierra del suelo de las caballerizas habían dejado grandes manchas en él; pero eso solo ocupaba un segundo lugar en su mente, no podía apartar el pensamiento de lo que acababa de ocurrir, aún podía sentir los labios de Tai recorriendo los suyos, su cuello, su clavícula, sus manos deslizándose por su cuerpo; se estremeció cuando el pensamiento se volvió demasiado nítido, y ocultó su rostro enrojecido con su cabello mientras pasaba frente a varios de los decoradores que estaban terminando de adornar el salón de fiestas.
Para cuando llegó a la larga mesa del comedor, sus padres ya la estaban esperando, Viktor encabezaba la mesa en la parte más alejada y su madre estaba a su derecha como de costumbre. Elektra tomó asiento a la izquierda de su padre sin levantar la cabeza.
—¡Por el cielo! —exclamó Katya al ver a su hija— ¿Qué te he dicho sobre llegar a la mesa de esa manera?
Elektra suspiró, no era la primera vez que su madre le llamaba la atención por llegar toda sucia al comedor, es lo que sucedía la mayor parte del tiempo, ya que ella adoraba cabalgar o entrenar en las mañanas, pero esta vez la razón era otra.
Katya, una mujer de unos cuarenta y seis años, alta y delgada, con los mismos ojos y el mismo cabello de Elektra, miró a su hija con reprobación.
—Será mejor que subas ahora mismo y te cambies.
—No, Katya, déjala —pidió su padre para el asombro de ambas— Hay asuntos más importantes que tratar.
La mujer pareció sorprenderse por la interrupción de su esposo, pero asintió sin decir palabra. Viktor en cambio, observó fijamente a su hija, como si estuviese detallando cada uno de sus movimientos, Elektra enrojeció cuando la mirada de su padre se clavó en sus labios, que aún sentía hinchados y enrojecidos.
—¿Dónde has estado? —inquirió enarcando una ceja.
Elektra se movió incomoda en su silla, no se le daba muy bien mentir, al menos no cuando le hacían una pregunta directa; tragó tratando de recobrar la compostura y optó por decir la verdad a medias.
—Estuve en las caballerizas —replicó suavemente tratando de mantener un mismo tono de voz— Ayudé a Tai a ensillar alguno de los caballos.
Los labios de Viktor se tensaron al escuchar la mentira en la voz de su hija; bajó la mirada a sus brazos donde Elektra jugaba con una especie de brazalete que nunca antes había visto.
—Lindo brazalete —murmuró señalándolo con la mirada— Hecho de metal, por lo que veo.
Elektra bajó las manos de la mesa ocultándolas bajo el mantel.