Capítulo VI

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                                    CAPITULO VI

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                                    CAPITULO VI

  La luna comenzaba a asomarse más allá de ellos; una luna como Elektra jamás había visto, tan grande y plateada que parecía que la tierra hubiese escalado unos cien metros más sobre su nivel tratando de alcanzarla. Como si todo lo que me rodea la amase e intentara abrazar a su amante imposible, pensó la chica con pesar.

  —Estamos aquí — Anunció Noah — Hogar, dulce hogar.

  Elektra contempló a su alrededor, sin comprender, lo único que era capaz de ver eran los inmensos árboles vetados de verdes y amarillos, rodeándola; pero Mika sonrió apretando suavemente su mano mientras su hermano apartaba una gran rama pesada que estaba frente a ellos, y todo un nuevo mundo se abría, como salido de la nada, ante sus ojos.

  Una ciudad al final del mundo. Ese fue el primer pensamiento que llenó la cabeza de Elektra mientras contemplaba frente a ella la inmensa extensión de cabañas de todos los colores y formas, unas altas como los mismos árboles, que parecían sostenerse sobre sus cimientos como por arte de magia, otras tan pequeñas que parecían de juguete, como las que su padre le había regalado cuando era niña; las formas y colores se mezclaban a su alrededor, cientos y cientos de luces de colores colgaban de los árboles sobre ella dándole un extraño aspecto festivo a aquel lugar, haciendo que los altos pinos y sauces mezclados en el centro de aquella extraña ciudad, parecieran una perfecta decoración. Los gritos de los niños jugando con una especie de balón remachado en lo que, a su parecer era una plaza, llenaron sus oídos; podía escuchar a lo lejos las voces de cientos de personas divirtiéndose, la música, como nunca antes la había escuchado, una especie de melodía hipnótica de tambores, campanas, flautas y tantos otros sonidos que no pudo identificar, pero que la hacían sentir como si se encontrase rodeada de la más pura y primitiva magia; la aldea se presentaba frente a ella como una extraña y única mezcla de razas, culturas y misticismo que la hacían parecer sacada de un cuento de niños, como la primera vez que había leído El viaje al centro de la tierra de Julio Verne.

  —Es increíble — Murmuró sabiendo que se quedaba corta de palabras para describir lo que veía.

  —Bienvenida a Aztlan — Le sonrió Mika, mientras la conducía hacia el mismo centro de la aldea.

  Cientos de rostros sonrientes se alzaron ante ellos, los niños fueron los primeros en acercarse, y Elektra vio para su asombro, cómo tres de aquellos niños que había visto jugar, corrían y se lanzaban en los brazos abiertos de Noah, quien no dejaba de reír y alborotarle el cabello a cada uno de los pequeños que se acercaban a él.

  —Misha disparó su primera flecha esta tarde — Anunció emocionado uno de los más pequeños, debía tener al menos unos cinco años, apenas se entendía lo que decía de lo emocionado que estaba — Tenías que verlo, la flecha voló... pero cayó — Dijo frunciendo el ceño cómicamente y Elektra no pudo evitar sonreír.

La Regente (Petrova) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora