Capítulo XXI

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                                 CAPITULO XXI

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                                 CAPITULO XXI


  Elektra despertó con el sonido de voces provenientes de la otra habitación. Abrió los ojos y contempló el lugar en donde estaba. La noche anterior no había tenido oportunidad para detallar el cuarto; pero esta vez podía ver que en un pasado había pertenecido a otra persona.

  Varios juguetes, fabricados con madera y metal, estaban perfectamente ordenados sobre un estante contra la pared; varias fotografías como la que Mika tenía en su habitación, estaban acomodadas en la mesita de noche, y mostraban a un Marko mucho más joven con un niño de cabello oscuro entre sus manos. Estaban felices y sonriendo, y Elektra no pudo evitar pensar en qué le habría sucedido al pequeño.

  La ventana de la habitación estaba cerrada, pero a través de las cortinas pudo contemplar la aldea cubierta de una fina capa de nieve. Se maravilló ante el impecable blanco que cubría el lugar; siempre había amado el invierno, la forma en la que caía la nieve, en la que los árboles se cubrían con escarcha. Solía correr al exterior con Tai durante la primera nevada, y ambos se acostaban en el suelo haciendo formas con su cuerpo, viendo caer los copos de nieve; pero todo eso había quedado en el pasado, la ciudad amurallada ya no era su hogar, este lo era.

  Respiró profundamente, se levantó de la cama con detenimiento y salió de la habitación. El largo pasillo, al igual que el de la casa de Mika, daba a varios puertas que asumía debían ser los cuartos, y más allá, justo al final, las voces comenzaban a hacerse más fuertes. Caminó lentamente hasta llegar a la sala, donde Mika, Marko y Noah estaban reunidos.

  —Buenos días —saludó Mika con una sonrisa.

  —Buenos días.

  —¿Cómo pasaste la noche? — Inquirió Marko, extendiéndole una taza de té que acababa de llenar para ella.

  —Muy bien, gracias por permitirme pasar la noche aquí.

  Marko sonrió; no se parecía al hombre que había visto el primer día de su interrogatorio, ahora de alguna forma parecía más relajado, amable, tranquilo. Quizás se debía a que el día que lo conoció Elektra se había apresurado a sacar conclusiones de él por el hecho de pertenecer a la Hermandad y ser un extraño, pero ahora agradecía profundamente lo que había hecho por ella.

—Los tres son bienvenidos a quedarse el tiempo que deseen — Dijo cordialmente — La casa es bastante amplia para todos y hay habitaciones de sobra.

  —Gracias.

  —Tengo asuntos que atender — Se disculpó — Volveré en cuanto pueda, Mika te mostrará donde está el lavado y puedes servirte lo que desees de la cocina.

  Elektra le agradeció nuevamente y el hombre abandonó la casa. Los tres se quedaron solos en la pequeña sala; Noah no le había dirigido la palabra en todo ese tiempo, y sentía la tensión vagar por encima de los tres casi asfixiándola.

La Regente (Petrova) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora