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– Déjala ir, deja ir a mi mamá, por favor ...

Lilian lloraba desconsoladamente al pie de la habitación dónde había sido encerrada su madre. La duquesa puso en marcha su plan, y pensó en la mejor manera de convencer a Lilian para que cooperara, la noche anterior fue a la habitación de la consorte, pidió a algunos sirvientes que la arrastraran al sótano de la mansión.

Lilian estuvo llorando por horas, rogando a la duquesa para que soltara a su madre, Melanie, le rogaba que regresara a su habitación. Pero Lilian no quería dejarla allí, sola, en ese lugar tan frígido y nauseabundo. Decidió levantarse y dirigirse a la habitación de la duquesa. Estaba asustada y muy confundida, porque nunca antes había sucedido algo parecido. Su padre no lo permitiría, sin embargo, al llegar a los aposentos de la duquesa comprendió la situación.

– Lilian, hija, me alegra verte por aquí – dijo la duquesa con fingida inocencia.

Lilian la observó sorprendida, detalló las facciones de la duquesa tratando de descifrar sus intenciones, la duquesa caminó con exagerada delicadeza hacia Lilian.

– Lilian, deberías visitarme más seguido, sin embargo, veo que hoy no vienes alegre.

– ¿Por qué encerró a mi madre?, que es lo que quiere.

– Tu, ya sabes lo que quiero.

– Mi padre sabrá de esto, usted no puede hacerlo.

– Tu padre no podrá hacer nada, ya está todo a mi favor – dijo con una escalofriante sonrisa.

– Libere a mi madre, no puede hacer esto.

– No lo haré querida, tu madre fue una zorra, se portó mal y la encerré, ...– Lilian no iba permitir que insultara a su madre por lo que se dispuso a abrir la boca, pero la duquesa se adelantó.

– Morirá en 3 días por deshidratación, a menos que... tú decidas salvarla– dijo la duquesa sin mostrar atisbo de arrepentimiento.

– Te casarás con el general. Soltaré a tu madre después de la visita del pintor del rey, claro solo si cooperas.

– Permita que le lleven comida y agua– dijo conteniendo la rabia.

– Bien hecho, querida.

Al día siguiente llegó el flamante pintor del rey, aquel hombre barbudo de delicada apariencia descendió de su carruaje. Ingresó en la mansión con mucha alegría, canturreando una suave melodía.

– Buen día, mi señora– saludó contento haciendo una reverencia.

– Su excelencia, le estábamos esperando, mis hijas están contentas, permítame presentarlas, Luciana y Lilian.

Lilian que no podía contener su molestia, hizo un gesto desagradable sin querer.

– Señorita, ¿se encuentra bien?, ... usted es...

– Luciana, mi hija menor– se adelantó la duquesa, mirando con precaución a Lilian.

– A estado muy contenta por su boda, y por ello no pudo dormir bien, disculpe las molestias excelencia. Y ella – hizo una pausa – es Lilian mi hija mayor.

– He oído que es hija de una consorte, me alegra ver que la cuida bien– dijo el pintor algo incómodo por los rostros de ambas señoritas.

Luciana estaba muy nerviosa, tratar de sonreír le era difícil, y Lilian estaba muy preocupada por su madre por lo que ambas no estaban con el mejor semblante.

El general de VarxsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora