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— Señorita, le doy la bienvenida a la mansión del general —dijo la muchacha sosteniendo una canasta con flores y unas velas aromáticas.

Aquella joven traía el pelo recogido en un moño alto, tez clara y sonrisa inquietante.

María se aclaró la garganta para corregirla, era muy descortez llamarla "señorita" cuando ya se habia llevado a cabo la boda; sin embargo, Lilian la detuvo con la mirada.

Lilian se acercó a la muchacha.

—¿Cúal es tu nombre?—le preguntó con una sonrisa.

—Lisbeth, señorita. Estaré a cargo de usted por encargo del general, si hay algo que requiera no dude en pedírmelo y en cuanto a la cena del día de hoy ¿qué le gustaría comer?—le preguntó muy animada mientras acomodaba las flores.

—Bueno, eso lo dejo a tu criterio— le respondió sentándose en su escritorio.

La joven salió de la habitación haciendo una reverencia.

María se apresuró a revisar la puerta, por alguna razón no confiaba en la joven Lisbeth.

—¿Qué piensas de ella?— le preguntó Lilian mientras acomodaba unos libros.

—No me parece confiable, mi señora debemos tener cuidado con ella— dijo Maria.

—Lo hará en la cena, esta misma noche— dijo Lilian.

María se mostró confundida.

—Mi señora, ¿ella intentará lastimarle?

—Aún no estoy segura, ¿recuerdas lo que dijo?— exclamó Lilian manteniendo la calma.

María repasó toda la conversación de hace un momento hasta que llegó a la parte de la cena — mi señora, ella le preguntó sobre que prefería comer en la cena— María se asustó aun más al comprender lo que estaba ocurriendo.

—Asi es, intentará algo en la cena.

—¿Cree que se atreva a poner algo en la comida?— preguntó María.

— No lo creo, bueno sería muy imprudente de su parte envenenarme en la mansión.—añadió Lilian algo preocupada.

Lilian continuó acomodó sus libros y pinturas mientras tarareaba algunas melodías.

Llegó la hora de la cena, Lilian y María se dispusieron a bajar al comedor para cenar.

Bajaron las imponentes escaleras que se encontraban adornadas de flores y velas, algo que llamó la atención de Lilian ya que la noche anterior a su llegada no presenció algún adorno en la mansión.

La mesa estabá delicadamente acomodada con muchas flores, también estaban los platos que se veian apetitosos.

María se dispuso a sacar las cucharas de plata, debido a la desconfianza que tenían en la muchacha que habían conocido en la mañana. Las cucharas de plata eran usadas por los eunucos para verificar la comida del rey, debido a que reaccionaban en presencia de algún veneno.

Lisbeth se mostró pensativa al ver las cucharas que había sacado María, por lo que se dispuso a preguntar.

—Señorita, ¿hay algo que le preocupe?— preguntó mientras servía la sopa.

Lilian decidió mostrarse indefensa y preocupada.

—Lisbeth, verás ...— hizo una pausa dramática — me preocupa terminar como las otras señoritas que llegaron a esta mansión. Los rumores dicen que ellas murieron unos días después de haber llegado.

—Comprendo su pesar señorita, son solo rumores, no se preocupe aqui estamos para cuidarla— añadió Lisbeth.

—Lisbeth siéntate con nosotras— le dijo Lilian.

El general de VarxsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora