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Todos buscaron a Angy por las calles.

Los noticieros buscaban respuestas sobre el movimiento masivo de héroes, sin embargo nunca se comentó nada de la situación.

Los héroes de las costas se quedaron vigilando que nadie entrara o saliera de las bahias.

Mientras que los héroes urbanos la buscaban por cielo y tierra pero tristemente no habían dado con ella.

(…)

Cuando las lágrimas se le acabaron y los ojos se le secaron. Angy miró a su alrededor…

Estaba sola. O al menos no conocía a nadie de las pocas personas que estaba en las calles.

Realmente no le importó mucho, se sintió más tranquila cuando nadie le ponía atención y pasaban de largo, le relajaba estar lejos de la escuela ya que al fin no escuchaba las burlas de sus compañeras.

Miró nuevamente a sus lados, si, conocía el lugar, reconoció un local de banderillas de calamar al otro lado de la calle, sabía donde estaba, la niña estaba cerca de donde había sido atormentada por sus padres biológicos.

(…)

Caminó un poco más en silencio, observaba y analizaba las calles hasta que por fin entró al callejón que la llevó a aquel edificio con pintura descarapelada.

Observó aquella fachada amarillenta gracias al paso del sol Diario, las ventanas estaban rotas mientras que el silencio se hacía denso.

A pesar del movimiento de la calle donde estaba el mercado, el lugar permanecía en un silencio sepulcral. La pintura que en algún momento fue blanca se había manchado con tierra y se había desquebrajado, las macetas de la entrada estaban rotas y las plantas estaban secas.

Miró a cada ventana nuevamente pero no vio movimiento, había cintas policiacas para evitar el paso, supuso que el gobierno iba a demoler  el edificio ya que aparentemente el inmueble fue abandonado después de que Mic la salvara.

Cuando estaba dando la vuelta para irse de ahí, un brillo la deslumbró levemente.

Miró hacia la tierra regada de la maceta a su derecha, el brillo tintineaba en silencio, se acercó y escarbó un poco.

Su curiosidad se acabó al sentír el escalofrío que recorrió su espalda, era el anillo que solía llevar su padre. Era un anillo plateado que ahora estaba manchado por la tierra y el óxido.

Dejó el anillo donde estaba, el hecho de no desear recordarlos más la movía a simplemente aceptar que se habían ido.

No sé confundan, no los extrañaba. Le preocupaba que los hubieran dejado libres o que atormentaran a alguien más.

Ella sabía que nunca la quisieron, solo confirmaba lo que sus compañeras dijeron.

Mantuvo su silencio mientras pensaba en que podía hacer para regresar el gasto que Mic había invertido en ella. Estaba segura que solo así podría empezar de cero.

Así que dando un último vistazo a lo que en algún momento llamó hogar, salió del callejón y escondió su rostro bajo la gorra de su sudadera, pensando en el único lugar en el cual siempre fue recibida, mucho antes de que Mic llegará a su vida.

(…)

//Mientras tanto con Mic//

Nuestro rubio tenía ojeras y estaba desalineado. Había pasado cuatro horas desde que Angy se había ido.

Aizawa lo miraba preocupado, su amigo nunca había estado así, de hecho esa debería de ser la forma en la que él Lucia normalmente.

"Iré a buscarla otra vez"

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