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Abre los ojos.

Estrellas. Nada más que estrellas es lo que ve que miran hacia ella, brillantes e inquietantes, pero dios, grupos enormes de ellas en todas partes. Nunca antes había visto algo así. 

Sin contaminación lumínica. Nada le impide verlas desde tan de cerca y en persona. Es... impresionante.

Una lágrima se le escapa antes de que pueda detenerla, y es como si la capacidad de respirar regresara rápidamente a ella, ese aliento bajando por su garganta y haciendo que sus pulmones se inflaran, ya que el rechazo de tanto aire inmediatamente la hace quejarse de dolor.

Tose, tratando de deshacerse del dolor, su cara se pone roja y la saliva sale de sus labios con cada tos seca, hasta que su cuerpo parece calmarse y estar dispuesto a moverse.

Se sienta, tiene los ojos borrosos y desenfocados en lo que la rodea. Rocas, deben ser, solo montañas y montañas de rocas y escombros y bordes irregulares.

Sus manos se estabilizan, temblando contra el cemento debajo de ellas. Trata de orientarse, pero todo se siente tan mal.

¿Por qué esta ella aquí? ¿Y donde es aquí exactamente?

Trata de racionalizar, de concentrarse en lo que puede recordar, intentando no dejarse llevar por el pánico ni pensar demasiado en ello.

Años de entrenamiento la han traído aquí. Tanto de buena como de mala gana.

Mi nombre es Natalia Alianovna.

Mi nombre es Natasha Romanoff. 

Mi nombre... Tengo muchos.

No tengo lugar en el mundo. 

Soy la Viuda Negra.

Pero eso no es todo lo que soy.

Soy... Una vengadora.

Yo tengo una familia. De hecho tengo dos.

Morí por ellos.

Ahora se acuerda. Viene corriendo rápidamente, de repente, este concepto, esta realidad que se encuentra ante ella.

Thanos chasqueó los dedos. Un solo chasquido y la mitad de la vida en todo el universo desapareció. No solo en la tierra, en todas partes.

Seis gemas del infinito le dieron ese poder. Ella vino a vormir... Para encontrar la gema del alma.

Murió para conseguirlo. Debería estar muerta. Pero de alguna manera…

– Eres tú.

Gira la cabeza al oír una voz, inmediatamente se levanta de un salto y alcanza los bastones atados a su espalda con un pánico que la recorre mientras estos sueltan chispas de electricidad, y se tropieza, sus extremidades tiemblan por lo que supone debe ser una falta de uso. Hasta que finalmente cae sobre una rodilla y deja caer un baston porque hasta eso le resulta pesado.

No debería ser tan difícil...

Se queja, el dolor recorre su cuerpo, pero la persona que está delante de ella simplemente la mira, inmóvil, su túnica ondea con el viento que ni siquiera puede sentir, mientras un rostro rojo y hundido la observa alegremente jadear y ahogarse mientras trata de controlar su cuerpo, de hacer algo, cualquier cosa.

– Qué... qué pasó, por qué... –las palabras le salen entrecortadas, arrastradas y apenas coherentes, como si hubiera perdido la capacidad de hablar, sus labios tratan de formar palabras, pero ¿cuánto tiempo hace que no pueden hacerlo?

¿segunda oportunidad? - wandanat / scarletwidowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora