CUATRO

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Jungkook dejó el centro de acogida de menores el mismo día que cumplió los dieciocho años, hace dos año. A sus actuales veinte, con el dinero que fue ahorrando a lo largo de su vida y gracias a una beca recibida por sus admirables calificaciones, estudiaba en la privilegiada facultad de medicina de la universidad de Corea del Sur, su país natal.

Durante todos sus años como estudiante, ya sea en la primaria, secundaria o actual universidad, el chico fue considerado por muchos el bicho raro del salón, el delgaducho muchacho de gafas que nunca hablaba y jamás socializaba, él era lo que todos conocían como la rata de biblioteca muda y de ojos inexpresivos. Jeon Jungkook, cuando comprendió que en la vida solo se tenía a si mismo decidió superase con sus propios medios; realmente siempre dio y seguía dando lo mejor de él, ante todos se demostraba como una persona tranquila y educada... En su sonrisa tímida y en esa mirada amable trasmitía inocencia, pero Jungkook era un Diablo, él lo sabía, y esa era la mayor de sus inseguridades.

Conocía su pasado, el caso de los Jeon era uno de los más nombrados en su país, desde siempre supo que él había hecho parte de ese relato por muchos considerado grotesco y horroroso. Al inicio dolió, sintió náuseas al enterarse que él fue parte de una familia caníbal la cual por mucho tiempo se alimentó de un familiar, y sí bien fue un niño que no tenía la capacidad suficiente para diferenciar el bien del mal, seguía sintiéndose sucio porque sus deseos grotescos jamás pararon de atormentarlo.

El muchacho creció dentro del orfanato y a su vez convivió por periodos de tiempo en un psiquiátrico, pero cuando vieron mejoras en él lo hicieron seguir sus mismas sesiones en el psicólogo del centro de acogida. Jeon nunca fue adoptado, los padres de familias que visitaban el lugar corrían lejos cuando se enteraban que tenían en frente al niño del caso Jeon. El chico nunca sintió enojo hacia quién no pudo verlo como un niño normal, él no podía culparlos, porque en realidad a veces él mismo sentía miedo de cómo era, sería hipócrita de su parte, pensaba. Así que el chico creció solo, entre niños que no se acercaron a él por su personalidad introvertida, y junto a maestras que siempre lo miraron con lástima o miedo.

No confiaba en nadie, pero Jungkook podía jurar haber tenido una conexión especial con la psicóloga que lo atendió durante su niñez y adolescencia, fue la única con quien logró abrirse, contarle sus más profundos miedos y deseos a esa anciana fue una escapatoria por siete largos años, luego ella falleció. El siguiente psicólogo que le asignaron para entonces fue un hombre, pero después de la partida de la anciana él no confío ni en él ni en nadie; no estaba bien mentir, hacer que sus pensamientos se escondieran, pero lo hizo, y eso llevó a que lo dieran de alta. Pasó de ser un chico trastornado a ser, a los dieciocho, un chico capaz de razonar como culaquier otra persona. Jungkook todavía visitaba el psicólogo, solo una visita obligatoria por semana sí quería llevar una vida normal, así fue diagnosticado antes de poder mudarse en un departamento donde vivía cómodamente hace dos año.

Jeon no era feliz, tampoco puede recordar un día donde lo fue, pero se acostumbró tanto a esa soledad que él y ella ahora convivían como uno, y eso no lo molestaba.

Era lunes en su facultad de medicina, un aluvión de luz entraba por las ventanas, un fresco agradable y una sensación de excitación estaba recorriéndole el cuerpo, todo él era un remolino de emociones fuertes. Jungkook no necesitaba preguntarse porqué la adrenalina corría como un loco animal en él, lo sabía, la respuesta la tenía delante: anatomía, la primera materia de grado de la carrera de medicina a la que asistían los estudiantes tres veces por semana.

Había un cuerpo casi completo y partes de uno sobre las mesas de acero inoxidable, al cadáver le faltaban los antebrazos y las piernas desde las rodillas, mientras que en la otra mesa habían dos cráneos con cuellos, y un tórax. El tema del día era cuello visceral, los alumnos prestaban atención a las palabras de su profesor y tomaban nota, observaban el cadáver tendido sobre la mesa, lo analizaban y escribían.

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