11. Cruza los dedos

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15 de octubre 2018

Estaba molesto con Remus y no tenía ni idea de porque, tal vez era porque tenía la sospecha de que sabía de mi aversión a la comida, o porque las comisuras de sus ojos se arrugaban cuando se reía de algo que había dicho Barty, o por la forma en la que sus ojos se iluminaban mientras pasaba la página del libro que estaba leyendo.

Había tratado de evitarlo, pero esa tarde cuando entre en la sala común después de jugar fútbol con James, me lo encontré. Estaba leyendo y sus mejillas estaban algo sonrojadas.

En cuanto entre en la habitación el levantó la vista de su libro, pero de nuevo no dijo nada, tan solo cerró el libro de golpe en cuanto me vio que me acercaba, se lo llevó al pecho, como si quisiera protegerlo.

-¿Estabas leyendo algo inapropiado?- pregunté alzando una ceja, él se puso aún más sonrojado y no puede evitar soltar una carcajada. - Déjame ver.

El negó con la cabeza y yo me acerque para quitárselo, se levantó y estiró su brazo para ponerlo fuera de mi alcance, era mucho más alto que yo, por lo que tuve que pararme de puntitas y luego saltar para intentar alcanzarlo.

Estuvimos forcejeando un par de minutos, una chica de primer año entorno los ojos y salió del cuarto diciendo que se suponía que los de sexto año tenían que ser maduros.

-Déjame ver, Moony- Estaba sonriendo involuntariamente,  nuestra pequeña batalla casi me hacia olvidarme de mi molestia, casi.

-Ni hablar, Padfoot-Exclamó y me quedé petrificado. Él frunció el ceño- ¿Qué sucede? ¿Dije algo malo?

-Me llamaste Padfoot-Todo mi enojo se había esfumado al oírle pronunciar esas palabras, en ese momento no pude comprender porque había sido tan importante para mí, ni porque adoraba el sonido de esa palabra en sus labios.

-Pues tu me dijiste que podía hacerlo-Se sonrojo y puso su mano detrás de su cabeza- ¿Estuvo mal?

-No, no-le sonreí, el me devolvió la sonrisa confundido. Tenía sentido que lo estuviera, el día anterior lo había ignorado y ahora nos estábamos riendo-Estuvo bien, Moony.

Nos quedamos en silencio, mirándonos, él seguía sosteniendo el libro en alto, pasaron los segundos, pero ninguno se atrevió a decir palabra.

Me di cuenta de nuestra cercanía, solo haría falta acercarme unos pasos y la distancia entre nosotros sería inexistente. Nos envolvía una especie de velo, me olvide de que nos encontrábamos en la Sala Común de Gryffindor y de que había un par de alumnos en la esquina contraria.

También me di cuenta de que quería acortar la distancia, de verdad quería hacerlo, necesitaba hacerlo, así que di un paso y luego otro. Remus bajo el libro, espere a que se moviera, pero no lo hizo, así que me acerque un poco más. Se sonrojo ligeramente, pero no desvío la mirada, en sus ojos encontré duda, como si estuviera librando una batalla interna y se estuviera  debatiendo que hacer. Yo también me sentía inseguro, no tenía idea de lo que estaba pasando o podría pasar.

Vi que alzó su otra mano y la acercó a mi rostro, las yemas de sus dedos rozaron mi mejilla, una vez, fue una caricia corta y dulce. Casi se inmediato bajo su mano y me miró como esperando que le diera un golpe, pero en cambio roce su mano, nuestros dedos se tocaron por una milésima de segundo, antes de que fuéramos interrumpidos.

-¡Remus, Sirius!- Exclamó la voz de James y el hechizo que nos rodeaba se rompió, me aleje de un salto, me tropecé  con mis pies y caí sobre la mesa de centro. Se escucho un crujido y la mesa se rompió

Remus soltó una carcajada, al igual que James.

-¿Se te movió el piso?- preguntó James sin dejar de reír. Me levante de la mesa y los mire enojado.

-Estoy bien, muchas gracias por preguntar.

Ambos rieron con más ganas, después de un rato Remus se limpio unas lágrimas y me dijo.

-Lo siento, es que fue muy gracioso.- Lo mire y todo mi enojo se esfumó, me reí un poco.

James se acercó a la mesa y levantó la pata que había roto, me apuntó con ella y volvió a reír.

-Excelente trabajo, Pads, odiaba esa mesa.

-¿Qué pasó aquí?- Pregunto una voz perteneciente a ni más ni menos que a Marlene Mckinnon, detrás de ella se encontraba Dorcas Meadows.

-Sirius se lanzó en un combate contra la mesa y la mesa perdió. - Dijo James de forma muy solemne aún con la pata en su mano.

-¡No me estaba peleando con la mesa!- Exclamé cruzandome de brazos.

Marlene se río y se paso una mano por su melena rubia, se acercó  fingió inspeccionar la escena del crimen, después llamó a Dorcas y con una voz muy seria dijo.

-¿Qué opinas, Dorcas?- La chica de tez oscura se puso en cuclillas, examino  la mesa y se llevó una mano a la barbilla.

-Definitivamente está rota, sin duda hubo una pelea física.

Ambas echaron a reír, pero segundos después James las hizo callar con un gesto de su mano y cerró los ojos.

- Un minuto de silencio por esta amada mesa.- Dijo juntando sus manos como si fuera a rezar

-Creí que no te gustaba. - Coemence a decir, pero James me mandó a callar. Todos los presentes cerraron sus ojos y juntaron sus palmas, incluso Remus participó en esto. Cuando terminó el minuto de silencio (que más bien fueron como 20 segundos) las chicas se fueron y de nuevo nos dejaron solos a los tres. Nos debatimos entre contarle a McGonagall lo de la mesa, o simplemente fingir que nada había pasado, los únicos testigos de mi caída habían sido James y Remus, ya que la Sala Comunal había quedado desierta.

Al final decidimos no decir nada y acomodar la pata como si la mesa no estuviera rota. Una vez que esté asunto quedo resuelto tuve oportunidad de pensar acerca de lo que había pasado con Remus.

Pero el problema era que no tenía la menor idea de que había sido eso, preferí no decir nada, fingir que no había pasado. Remus no sacó el tema, así que pasamos de página.

Aunque el fantasma de sus dedos aún rozaban mi mejilla de vez en cuando. Me preguntaba que hubiera pasado si la distancia entre nosotros se hubiera acortado y nuestros labios se hubieran tocado.

Hubiera.

Que palabra tan extraña, albergaba en ella una infinidad de posibilidades,  situaciones que pudieron haber sucedido si una acción se hubiese hecho de manera distinta. De cierta manera esa palabra nos condenaba, nuestros cerebros comenzaban a trabajar a toda marcha imaginando posibles escenarios, que jamás sucederán, todo porque se nos ocurrió pensar en esa condenada palabra; si hubiera hecho esto, si hubiera hecho aquello.

No quería que mi vida estuviera llena de hubieras, de situaciones que pudieron suceder. Lo hecho hecho estaba, pero si de algo me servio pensar en todos estos escenarios era que definitivamente quería besar a Remus Lupin.

Y no sólo eso, quería conocerlo, salir con él, hablar a altas horas de la noche acerca de cualquier cosa, los libros que leía, las cosas que le gustaban, las que no.

Sentía que había pasado mucho tiempo, un año, un siglo, una vida, pero tan sólo había transcurrido ¿cuánto? ¿Un mes?

Sin duda no se sentía de esa manera.

Abrazo de Luna [Wolsftar] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora