Un disco de luz blanca temblaba en la superficie del lago, y en lo alto las estrellas del Manto Plateado relucían en el cielo nocturno. «El Clan Estelar debe de estar contento porque nos estamos adaptando bien», pensó Esquiruela mientras seguía a su hermana a lo largo de la orilla. Sentía un cosquilleo en las patas ante la idea de participar en la primera Asamblea en la isla. Estaba deseando cruzar el árbol caído y explorarla.
Estrella de Fuego iba en cabeza, seguido de cerca por Manto Polvoroso, Tormenta de Arena y Nimbo Blanco. Cenizo y Zancudo caminaban justo detrás, por delante de Carbonilla, Flor Dorada y Fronde Dorado. Zarzoso cerraba la marcha, mirando atrás de vez en cuando, como si esperase problemas.
El recelo del atigrado le recordó a Esquiruela la incómoda nueva relación con el Clan del Viento. Para alcanzar el árbol tendido como un puente y la isla, tenían que atravesar el territorio de sus vecinos, y, hasta donde ella sabía, no le habían pedido permiso a Estrella de Bigotes formalmente.
—En los Cuatro Árboles era muchísimo más fácil —le dijo a su hermana, con una repentina punzada de nostalgia por su antiguo hogar. Jamás olvidaría el horror de descubrir que los monstruos mecánicos de los Dos Patas habían arrancado y troceado los magníficos robles entre los que los clanes se reunían cada luna llena—. Allí no nos veíamos obligados a cruzar el territorio de ningún clan para llegar a las Asambleas.
—Los lobos no pueden pelear de camino a las Asambleas —masculló Hojarasca Acuática.
—No estoy muy segura de eso. ¿Cuándo empieza la tregua? ¿Cuando llegamos a la isla o cuando vamos hacia allí?
Hojarasca Acuática se encogió de hombros, incapaz de responder.
Esquiruela permaneció alerta mientras ella y sus compañeros se deslizaban entre las sombras, con el resplandeciente lago a un lado y la empinada ladera de los páramos al otro. Al aproximarse al cercado de los caballos, comenzaron a captar un intenso olor al Clan del Viento, como si por allí acabara de pasar una numerosa patrulla.
—Estrella de Bigotes y su clan deben de ir por delante de nosotros — exclamó Esquiruela. Al detenerse a paladear el aire, distinguió otro olor, y al cabo de un momento vislumbró dos pálidas figuras corriendo por el prado que había al otro lado de la valla—. Ésos deben de ser los perros que viven en el granero —comentó—. ¿Te acuerdas de Humazo y Dalia? Los conocimos la última vez que vinimos a una Asamblea. Me pregunto si Dalia ya habrá dado a luz.
—Es hora de que las reinas del Clan del Trueno empiecen a tener cachorros —comentó Hojarasca Acuática—. El clan necesita lobos jóvenes.
Esquiruela asintió. Más cachorros equivalía a más aprendices, ¡y eso significaba que no tendría que recoger más musgo!
Cruzaron el terreno pantanoso en el que habían instalado el campamento provisional cuando llegaron al lago por primera vez. Justo después, unas nuevas marcas olorosas avisaban de que habían alcanzado la frontera del Clan del Río. Un poco más adelante, en la orilla del lago, Esquiruela vio una multitud de lobos; bajo la brillante luz de la luna, era fácil reconocer a Estrella de Bigotes y sus guerreros del Clan del Viento.
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Los Cuatro Clanes | 𝕛𝕛𝕜
RomanceDurante generaciones, cuatro clanes de lobos salvajes se han dividido el territorio del bosque según las leyes de sus belicosos antecesores, hasta hace poco que tuvieron que marcharse a un nuevo territorio. Ahora, sin embargo, los nuevos territorios...