Prólogo

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—No, ¡Debe de ser un error!— la loba levantó la cabeza desde donde estaba, sentada al borde del agua y su pelaje brilló bajo la luz de la luna—

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—No, ¡Debe de ser un error!— la loba levantó la cabeza desde donde estaba, sentada al borde del agua y su pelaje brilló bajo la luz de la luna—. ¡Todavía me queda mucho por hacer!

Una loba de cara ancha y pelo gris azulado rodeó la laguna. Su mirada estaba cargada de compasión.

—Lo lamento—murmuró—. Se que esperabas pasar muchas lunas con tus compañeros de clan antes de reunirte con nosotros.

La otra loba bajo la vista hacia el agua. El reflejo de la luna temblaba como una hoja flotante, y la superficie de la laguna resplandecía con la luz estelar que emitían las incontables figuras relucientes que ocupaban la hondonada. Por un instante, el único sonido fue el de la cascada que caía por la parte rocosa más escarpada. Los lobos del Clan Estelar aguardaban en un silencio expectante, como si todos y cada uno de ellos compartieran su pesar.

—Has servido a tu clan con más lealtad de la que algunos gatos muestran en toda una vida—continuó la loba de pelaje azulado—. Debe parecerte muy injusto tener que dejar a los tuyos.

La aludida alzó su resplandeciente mirada hacia la guerrera estelar

—Estrella Azul, sé que esto no es culpa tuya. No tienes por qué disculparte.

Estrella Azul sacudió la cola

—Por supuesto que tengo que hacerlo. Has de saber cuanto te debe tú clan.

—Todos los clanes— apostilló un lobo blanco y negro de larga cola, que se levantó y rodeó la laguna para situarse junto a Estrella Azul—. Y también el Clan Estelar. Ninguno de nosotros habría encontrado un nuevo hogar sin tu ayuda. —Inclinó la cabeza con gesto respetuoso, y la luz de las estrellas que brillaba en el agua se estremeció.

La loba parpadeó levemente.

—Gracias, Estrella Alta. Todos hemos cometido errores, pero yo siempre he intentado hacer lo que consideraba correcto.

—El Clan Estelar no les pide más a sus guerreros. —Un lobo negro y delgado se acercó a ella por las rocas recubiertas de musgo—. Si pudiéramos cambiar tu destino, lo haríamos.

—Pero recuerda—le advirtió Estrella Azul—, ni siquiera el Clan Estelar puede rechazar el abrazo del destino, por mucho que en ocasiones lo desee.

La loba que se hallaba junto al agua asintió.

—Lo comprendo. E intentaré afrontarlo con valentía, ¿Podéis decirme cuándo...?

Estrella Azul negó con la cabeza.

—Ni siquiera nosotros podemos ver el futuro con tanta claridad. Lo sabrás cuando llegue el momento, y nosotros estaremos esperándote.

Un cuarto guerrero se puso en pie y, desde la ladera, descendió entre las resplandecientes hileras del Clan Estelar. Era un atigrado claro con la mandíbula torcida.

—Siempre que el Clan Estelar cuente historias del gran viaje, honrará tu nombre —prometió  

—Gracias Estrella Doblada—aulló la loba.

Los cuatro guerreros resplandecientes se agruparon a su alrededor. Todos ellos habían sido lideres de clan cuando sus patas aún pisaban la tierra.

—Has de saber que la fuerza del Clan Estelar estará contigo —aulló Estrella Azul—. No dejaremos que te enfrentes a esto tú sola.

La loba alzó la vista para encontrarse con la intensa mirada azul de la líder.

—El Clan Estelar siempre ha estado conmigo.

—¿Y dices eso, a pesar de lo dura que ha sido tu vida? —Estrella Alta parecía sorprendido 

—Por supuesto. —Los ojos de la loba centellearon bajo la luz de las estrellas—. He hecho buenos amigos en todos los clanes. He visto nacer a muchos cachorros, y he visto a tantos otros veteranos emprender su último viaje hacia el Manto plateado. He podido vivir el largo viaje hasta el nuevo hogar de los clanes. Creedme, no cambiaría ni un solo día de mi vida. —Hizo una pausa y volvió a mirar hacia la laguna—. Sé que no tenéis el poder de concederme más tiempo con mi clan, pero no puedo evitar querer más...

Estrella Azul entornó los ojos

—Cuando un lobo joven es llamado a reunirse con el Clan Estelar, todos lo lamentamos. Sé que tú seguirías sirviendo lealmente a tu clan durante muchas estaciones más.

Su voz se quebró, llena de tristeza, y la loba la miró, alargando una pata en un gesto de consuelo.

—No te apenes, Estrella Azul. Sé que mi clan estará bien cuidado cuando me vaya.

Por toda la hondonada se elevó un murmulló de respeto. Estrella Azul inclinó la cabeza hacia la loba, bañando con su aroma su pelaje iluminado por la luna.

—Siempre estaremos a tu lado —aulló.

Uno por uno los demás se inclinaron ante ella añadiendo su aroma a su pelaje y llenando el aire con el olor de las estrellas, el hielo y la brisa nocturna. Otros guerreros los imitaron —una grácil loba parda moteada, un corpulento lobo marrón rojizo, una atigrada de pelaje plateado...—, envolviendo a la loba con el valor y la fuerza del Clan Estelar.

Sus voces se elevaron en un agudo lamento de pesar que floto hasta las estrellas. Las relucientes figuras comenzaron a desvanecerse una por una, hasta que la hondonada se quedó vacía.

Y las estrellas brillaron sobre un único lobo, la loba que permanecía inmóvil al borde de la laguna. 

 

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Los Cuatro Clanes | 𝕛𝕛𝕜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora