Capitulo 3

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—¡Hojarasca Acuática, eh, Hojarasca Acuática, ¿qué es lo que te pasa?! Es la tercera vez que te llamo

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—¡Hojarasca Acuática, eh, Hojarasca Acuática, ¿qué es lo que te pasa?! Es la tercera vez que te llamo.

La joven curandera dio un respingo.

—Lo siento, Carbonilla.

La loba gris se inclinó a olfatear las semillas que Hojarasca Acuática estaba envolviendo en una hoja. —¿Qué tienes ahí?

 —Semillas de adormidera. 

Carbonilla suspiró.

—No, no es así. Son semillas de ortiga. En serio, Hojarasca Acuática, ¿qué es lo que te ocurre hoy?

La joven se quedó mirando la hoja. Carbonilla le había pedido que le llevara unas semillas de adormidera a Estrella de Fuego para aliviarle el dolor del hombro dislocado. No tenía ni idea de cómo era posible que hubiera tomado las semillas equivocadas del almacén que había dentro de la guarida de Carbonilla, pero no cabía duda: las pepitas verdes y espinosas que tenía delante eran de ortiga. Habrían sido útiles si Estrella de Fuego se hubiera intoxicado con algo, pero no ayudarían en nada a su hombro.

—Lo lamento muchísimo, Carbonilla.

—Deberías. Esta mañana te he sorprendido a punto de aplicar milenrama en las garrapatas de Musaraña, en vez de bilis de ratón. —El tono de la curandera se suavizó—. ¿Va todo bien, Hojarasca Acuática?, ¿Resultaste herida cuando esos guerreros del Clan de la Sombra te embistieron?

La joven negó con la cabeza.

—No, no... Estoy bien.

Sus pensamientos volvieron a la noche de la batalla, cuando dos guerreros del Clan de la Sombra se abalanzaron sobre ella en la vegetación que crecía en la cima de la hondonada, antes de precipitarse al vacío y morir. Hojarasca Acuática estuvo a punto de caer con ellos. Recordaba perfectamente cómo sus garras resbalaban en la roca mientras intentaba izarse, y aún podía notar la fuerte mandíbula que la agarró por el pescuezo y la puso a salvo... Pero, sobre todo, aún podía ver la intensa mirada de su rescatador al confesarle que la amaba. ¡Corvino Plumoso! Sintió un cosquilleo por toda la piel.

FLASHBACK 

—¡Corvino Plumoso! —suplicó—. ¡Me voy a caer!

El guerrero seguía inmóvil, estaba como paralizado. Habló con un susurro ronco, pero su mirada era inexpresiva, y Hojarasca Acuática se dio cuenta de que no estaba hablando con ella.

—¡Plumosa, lo lamento muchísimo! Fue todo culpa mía. No debería haberte dejado caer.

Hojarasca Acuática comprendió que el joven guerrero estaba recordando la cueva de las montañas donde había muerto Plumosa.

—No fue culpa tuya —aulló—. Ayúdame, Corvino Plumoso, por favor.

Notó cómo sus garras resbalaban un poco más y trató de clavarlas con fuerza, pero no había donde aferrarse en aquella superficie lisa.

Los Cuatro Clanes | 𝕛𝕛𝕜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora