Capitulo 6

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Hojarasca Acuática se quedó sentada mientras veía cómo su hermana y Cenizo se encaminaban a los arbustos para volver a la orilla, y cuando miró hacia el extremo del claro en el que había visto a Corvino Plumoso por última vez, lo descubrió de inmediato: él estaba mirándola directamente.

La joven echó un vistazo a su alrededor. Otros lobos se movían entre las sombras, y los zarzales susurraban mientras los atravesaban para regresar al árbol que hacía las veces de puente. Nadie parecía prestarle demasiada atención.

Empezó a bordear el claro, pegándose a las sombras más oscuras y alejadas de la luz de la luna.

—¡Hojarasca Acuática!

La joven curandera se quedó paralizada, notando un hormigueo de frustración. Respiró hondo antes de volverse.

—¿Sí, Carbonilla?

—Venga, que te vas a quedar atrás.

Hojarasca Acuática entornó los ojos. Sus compañeros de clan acababan de salir del claro. ¿Acaso su mentora estaba alejándola de Corvino Plumoso deliberadamente?

—Claro, Carbonilla. Ya voy.

Lanzó una mirada por encima del hombro, y vio que Corvino Plumoso estaba observándola con expresión angustiada. Sabía que no podía hacer otra cosa que seguir a su mentora hacia los arbustos.

«Soy curandera —se recordó, mientras se colaba por debajo de las espinosas ramas—. No puedo amar a Corvino Plumoso, y él no puede amarme».

Se lo repitió una y otra vez durante el camino de regreso al campamento del Clan del Trueno, pero lo único en lo que podía pensar era en la mirada de Corvino Plumoso.



Un dulce aroma envolvió a Hojarasca Acuática, y una voz susurró su nombre. Al principio creyó que la llamaba Jaspeada; la antigua curandera del Clan del Trueno la había visitado a menudo en sueños. Pero, cuando abrió los ojos, la loba que estaba ante ella tenía un pelaje gris plateado y los ojos de un azul clarísimo. La luz estelar refulgía alrededor de sus patas.

Hojarasca Acuática se quedó mirando a la loba, desconcertada. —¿Plumosa?

Más allá de su lecho, instalado entre los helechos que crecían en la parte delantera de la guarida de Carbonilla, la hondonada estaba bañada por una luz plateada, a pesar de que ya habían pasado varios días desde la Asamblea y la luna estaba menguando. Hojarasca Acuática se dio cuenta de que estaba soñando.

Se puso en pie.

—¿Qué ocurre, Plumosa?

Supuso que la guerrera estelar había ido a hablarle de Corvino Plumoso, y sintió una punzada de culpabilidad. Plumosa y Corvino Plumoso se habían amado muchísimo, pero la hermosa loba del Clan del Río había entregado su vida para salvar a la Tribu de las Aguas Rápidas y a sus amigos del salvaje felino Colmillo Afilado. ¿Estaba enfadada porque Corvino Plumoso se había enamorado de otra loba?

—Yo... lo... lo lamento —tartamudeó.

Plumosa le pasó la cola por la boca.

—Tenemos que hablar, pero aquí no. Sígueme.

Y se encaminó hacia el claro. Hojarasca Acuática intentó caminar tan sigilosamente como si estuviera acechando a un ratón, pero luego se preguntó si el clan podría oírla o si aquello era sólo un sueño.

Una luz brillante y sobrenatural inundaba la hondonada. Centella y Hollín, que montaban guardia, parecían hechos de piedra, con el pelaje del color de la luz de la luna. Ninguno de los dos se movió cuando Plumosa y Hojarasca Acuática pasaron despacio ante ellos y cruzaron el túnel de espinos.

Los Cuatro Clanes | 𝕛𝕛𝕜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora